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kepa sojo
¡QUÉ VIVA MÉXICO!
México siempre ha sido un país controvertido, con una cultura muy peculiar, merced a la mezcla entre la herencia española y la propia idiosincrasia de las culturas prehispánicas, siempre a la sombra de los prósperos y gigantes Estados Unidos, y contando con la megalópolis por excelencia, México D. F. Desde el punto de vista cinematográfico hanitualmente nos han llegado películas fronterizas, con temas controvertidos como los "espaldas mojadas" muy en relación con el cine chicano o algunos independientes como el John Sayles de "Lone Star", visiones contradictorias de cineastas extraños y geniales como Eisenstein, o el mismo Buñuel, dramas desaforados del Indio Fernández, e incluso astracanadas infames si recordamos el cine de Mario Moreno "Cantinflas". El campo del cortometraje mejicano es otro mundo, ya que las películas que se conciben en pequeño formato son salvajes, bestiales, macarras, absurdas, extravagantes y geniales. Actualmente, en las pantallas cinematográficas de nuestras ciudades hay dos películas relacionadas con México que merece la pena destacar: "Traffic" de Steven Soderbergh, y "Amores perros", de Alejandro González Iñarritu.
"Traffic" es un complejo retablo de los diferentes eslabones de la cadena de la droga, desde los traficantes y mercaderes, pasando por los intermediarios corruptos, los consumidores, la policía, e incluso las autoridades anti-droga. La película se ambienta en dos países: Estados Unidos y México, claramente diferenciados por Soderbergh en el tratamiento de la fotografía. Estados Unidos aparece reflejado en tonos fríos y azulados. La estética de esta parte americana es de filme comercial taquillero de Schwarzennegger o Bruce Willis. El estado del bienestar se muestra en las lujosas mansiones, en los colegios pijos, en las fiestas fastuosas, e incluso, en la Casa Blanca. El caso de México es diferente. La fotografía es amarillenta y aparece en ocasiones bastante quemada. La mugre, el caos y la hipérbole de la violencia campan a sus anchas. La policía corrupta maneja el mercado de la droga durante todo su proceso y, por supuesto, la exportación a los Estados Unidos. Todo es desazón y pesimismo. El calor intenso que desprende ese tipo de fotografía no hace sino reflejar el subdesarrollo de un país a la sombra de la gran potencia mundial. El tratamiento del tema por parte de Soderbergh, quien llevaba una irregular carrera desde "Sexo, mentiras y cintas de vídeo", el filme independiente que le consagró a la fama, es excelente. La secuencia en que el fiscal anti-droga, magnífico Michael Douglas, recibe dos llamadas telefónicas; la primera elogiosa referente a su plan contra la droga, y la segunda preocupante, ya que le comunican que su hija pija es toxicómana y ha desaparecido, es un momento inolvidable en la película. También es impresionante la interpretación de Benicio del Toro, actor camaleónico donde los haya, que ofrece un recital interpretativo.
"Amores perros", de Alejandro González Iñárritu, es una película mejicana que presenta un inquietante tríptico contemporáneo donde se muestran personajes insatisfechos, solitarios, inconformistas, envidiosos y vulnerables. El guión está enlazado con una gran maestría y recuerda a otras grandes y corrosivas películas corales como "Happiness" de Todd Solondz, "Magmolia" de Paul Thomas Anderson o "Vidas cruzadas" de Robert Altman, sólo que en este caso las historias se desarrollan una detrás de otra, en el orden narrativo del filme aunque suceden simultáneamente. No obstante, las alusiones de unas historias en las otras construyen un guión con diferentes lecturas y multiplicidad de puntos de vista como ya experimentaba Jorge Fons en su adaptación mejicana de la novela de Naghib Mahfuz "El callejón de los milagros". Algunos elementos de unión en las historias son la presencia de los perros, o el fatídico y brutal choque entre los coches de los apostantes de perros y la cotizada modelo de alta costura. Realismo, dura cotidianeidad y desazón ante la adversidad, son algunos de los ingredientes de las tres historias que componen el filme. La primera, narra la rivalidad de dos hermanos "carne de cañón". El primero se mueve en los sórdidos ambientes clandestinos de las peleas de perros, y el segundo trabaja en un supermercado y roba tiendas y establecimientos de poca monta. La mujer del hermano mayor se convierte en objeto de deseo del pequeño y de ahí en adelante se arma un lío gordísimo con mucho sexo y violencia explícita en algunos casos. La segunda historia atañe a una modelo de alta costura española que vive con un famoso diseñador que ha dejado su acomodada vida de casado con hijos por ella. Un fatídico accidente, que provoca graves lesiones en la pierna a la chica y la extraña desaparición del perrito de la modelo bajo el suelo de madera del apartamento, provocarán situaciones angustiosas e irreversibles, a pesar de que los protagonistas se muevan por las altas esferas sociales mejicanas. La tercera historia está protagonizada por un extraño viejo chatarrero, asesino a sueldo, cuidador de perros, que abandonó a su mujer y a su hija, por circunstancias de la vida, y ahora quiere resarcirse recuperando de algún modo a su hija. En medio de la situación recibe un extraño encargo de aniquilar a un yuppie que dará lugar a las situaciones más inesperadas. En conclusión, "Amores perros" es un gran fresco contemporáneo totalmente recomendable para los más exigentes gourmets del mejor cine coral.
Para finalizar, diremos que estos dos filmes presentan diferentes caras de una misma moneda desde dos cinematografías distintas, pero con alicientes similares, que no deben pasar desapercibidos para el espectador más avezado. Porque México no es sólo Teotihuacán, los mariachis, el desierto de Sonora, la virgen de Guadalupe, la comida picante y los zapatistas, México es también "Amores perros" y "Traffic" en su parte mejicana. Y como decía el autor de "El acorazado Potemkin": "Qué viva México".
Kepa Sojo
Director de Cine
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