SOBRE ESPUMAS
Heme aquí,
en mitad de mi vida de susurros,
donde empiezo a agradecer
mis pasos en silencio
y mi nostalgia de sentimientos.
Una feria de noches
quemadas por palabras reflejadas en papel
y en perspectivas de desiertos futuros.
Pensamientos que, en vano,
se señalan a sí mismos como únicos.
Yo estuve ahí.
En el preciso momento
en que se mancharon las horas
con minutos aprendidos de antemano,
sin ninguna clase de instinto,
sin nada que preparase
la maquinaria de mi tiempo.
Sólo escuchando
ese tenue murmullo
en que transcurre el instante.
Y sé que nunca
me ha pertenecido una partícula
en este vaivén de ilusiones;
que todo se desvanece
por los rincones de los días
mientras me complazco
en la mordedura
que el segundero deja en mi piel.
Me gustaría volver:
a ese primer parpadeo
del pétalo en el rosal
que vislumbra la aurora,
esa primera,
en la que yo también fui un día;
dejar de tropezar en cada piedra,
a pleno sol,
aunque camine sobre espumas.
RUEDA SOLITARIA
Le pido a la lluvia,
si viene,
un regalo a contraluz,
uno de esos silencios
que flotan en el aire
entre el rayo y el trueno,
sólo para detallar mejor
el conjunto de la imagen.
Que me deje en el cristal
el dibujo imposible de otro mundo;
que no se detenga
ante la excesiva experiencia de esas fachadas,
conocedoras de tantos chaparrones.
Aquellas que quizás se complican tanto
en explicaciones de ladrillos
y que no soportan ver a otros
doblando la esquina sin pedir permiso.
Tendría que venir ya,
una gran tormenta para rescatarnos
de esas apariencias
empeñadas en sus almidonadas tradiciones,
de esas calles repletas de hormigas desorientadas
que repiten sin cansancio
los mismos recorridos.
No quisiera ser
igual a ese ojo que se mira a sí mismo
y no se reconoce más
que en la mirada de aprobación del otro.
Ansío encontrar un nivel diferente,
sin caminos trillados,
perdidos, sustraídos.
Quizá esas gotas que vienen bajando
hayan deliberado sobre este paisaje
y decidido posar su suave humedad
en mis ventanas
con ánimo de perturbar
otra rueda solitaria.