Tengo curiosidad por ver el lugar donde a Guiseppe Tomasi se le ocurrió que podía escribir, sin desmerecer, lo que luego fue Il Gattopardo.
Ni siquiera tras un denso cafféfreddo se puede llegar a la consciencia bajo el toldo rojo de la Gelatteria Serio. En la esquina un termómetro marca treinta y cuatro grados y Paola dice que quizá sea mejor así para espantar a la turistada.
Paola lleva un apellido ilustre, parejo de los Florio, los Lanza o los Montechiaro. Es alta y rubia, mezcla de normanda (más) y castellana (menos), pero de sus ojos emana una sombra árabe. Su destino le llevaba hacia el negocio familiar, todavía próspero en su quinta generación, pero a ella le iba más la naturaleza. Estudió biología y trabaja en el parque natural de Le Madonie que rodea Cefalú.
Maite devora su segunda brioche con helado de chocolate y Mertxe y nuestra anfitriona comentan las cada vez más reducidas dimensiones de los shorts veraniegos. En cuanto a mí, atontado como sigo –¡y pensaba que me iba más el calor que el frío!– intento pillar wifi para ver si me confirman por e-mail la hora de visita a la Casa de los Piccolo de Capo d’Orlando. Tengo curiosidad por ver el lugar donde a Guiseppe Tomasi se le ocurrió que podía escribir, sin desmerecer, lo que luego fue Il Gattopardo. Pero, de vez en cuando me adormezco y siento que sonrío recordando la brisa fresca que nos ha envuelto esta mañana durante la visita a Le Madonie, aunque, de pronto, se me aparece un jabalí envalentonado (dicen que hay unos diez mil sueltos por allí) y me despierto dando un respingo.
Llega Antonio, del PCI de toda la vida y compañero de Paola. Tomo la resolución de despertarme definitivamente pues, como suele ser habitual, la conversación se divide por géneros y a Antonio (también de buena familia, pero de resonancias muy aragonesas) le va la política. En diez minutos me hace un mapa foucaultiano-borgesiano de la actualidad sícula. El resumen del resumen es que más vale que Sicilia se unió a Italia, porque, si no hubiera sido así, todavía predominaría el feudalismo. Pero, a partir de ahí todo fueron traiciones: de Garibaldi, de los Saboya, de Mussolini, de DeGasperi…de Berlusconi. Lo más sobresaliente de toda su intervención resulta ser, sin embargo, su conclusión de que la lucha anti-mafia ha sido tan letal como la propia mafia (tamen Sciascia dixit). Al cabo, todo está lleno de Calogeros criminales como Giulianis.
Asiento y me pido una grappa, pero Antonio me corrige y me traen un licor de mana que hacen en Castelbuono con la savia de los fresnos. Al primer trago el efecto es inmediato. Se me abren los ojos como a San Pablo y Mertxe se da cuenta. Tras un leve gesto a Paola, oigo que dice: “Creo que ya es hora de ir hacia el puerto para comprar unos regalos”. Asiento de nuevo, me bebo todo el licorcillo que queda de golpe para espanto de los presentes y risas de los ausentes (por ejemplo, tú, hipócrita lector/a, mi amigo/a, mi hermano/a), y me levanto. Cefalú… Kefalé, kefalés, de la primera declinación, ¿no?