nº 164 • Marzo 2015

Espacioluke

María Villar Portas

Poemas de "La velocidad del silencio"

DONDE TERMINA EL SILENCIO

Aquí,
donde termina el silencio
y se aplazan las horas
se abre un paréntesis
para hilvanar aquellas estancias temblorosas
que, cautivas, han quedado en la cima de la mirada.

Se puede respirar incluso el color
de ese instante ausente,
presente, siempre,
en el destino de un grano de sol
atrincherado en el rocío de la piel.

Hasta el tiempo se detiene
en el goce del salto ignífugo
sobre las cosas que permanecen vulgares,
y a toda oscuridad es ascua
conteniendo la vistosidad de una mañana
presta a explosionar.

Así anida el momento
en un cuerpo asomado a mi carne
que aún no se ha dado la oportunidad
de conquistar su aspecto total,
más allá de su propia sombra
incapaz de retener en sus poros
el perfume audaz del espíritu definitivo.

Aquí,
donde termina el silencio,
se esparce la posibilidad.


RESPIRACIÓN

Se ha arrancado la noche
su piel de pequeños mares
mientras desaparecía
entre musical vacío perdido
en cada paso de su propia huella...

y siento no ser yo
quien ha dejado aquellos silencios
prolongados en el encierro de las calles
en esta ciudad con sabor a sal.

Todo lo que poseo
habita en esta respiración,
disuelta en el aire del alba,
y en cualquier canción
detenida en el surco de un disco,
o en el trino expuesto del ave.

Ni siquiera unas letras
escritas con prisa,
alcanzan a expresar
la pérdida de esa calidez
tímida en momentos cruciales.

Inútil es, creo,
que se produzca una fisura
en la luz del cielo que me contempla
para poder deleitarse
con rincones que nadie visita.
Una locura entretejida
de días y noches disfrazadas
tratando de convencernos
de lo tarde o temprano
que ha llegado la vida.

Ante los ojos se escurre
la gloria de la claridad que fue,
el encanto inagotable de la brisa en el rostro,
ese avance que no se detiene
por difícil que sea el reto.

Inhalo fuerte
todos los proyectos
que me harán flotar
sobre melodías naciendo,
sin atisbo de inquietud.