Son otros tiempos. Conseguir que un disco de rock se venda hoy día, aunque esté grabado por maestros indiscutibles del género, es tarea sobrehumana
Hace dos años me convertí en groopie por una noche. Trogloditas venían a la ciudad. Después del concierto, mis amigos y yo husmeamos y merodeamos hasta descubrir la onda buena: el garito donde podíamos encontrarlos. Viejas calles, no tan salvajes como antes, de Vitoria. Picamos en la puerta y subieron la persiana metálica. Sonaba heavy ochentero. Justo a la derecha, donde arranca la barra, estaba él en la oscuridad. Vital. Jubiloso. Agitando la melena. Siguiendo el ritmo. Me presenté. Nos estrechamos la mano. Ojos vivos, movimiento nervioso, sonrisa acogedora. Tenía ante mí al mejor batería de rock que ha dado España. Estampó su firma, acompañada de un autoretrato, en la entrada del concierto: Jordi Vila.
Anoche vi el DVD que acompaña a la edición del primer disco de Trogloditas tras la marcha/escisión/ruptura de Loquillo. Los viejos aficionados conocemos de memoria la historia, pero siempre hay detalles, momentos, impresiones que nos colocan en otro plano. La mística serenidad de Ricard. La bondad intríseca de Josep. La cerebralidad de Sabino y su piano de fondo. La experiencia de Vilavecchia, Fecé y Pegenaute. Las esclarecedoras palabras de Tacker. Todo sin énfasis. Todo natural.
Son otros tiempos. Conseguir que un disco de rock se venda hoy día, aunque esté grabado por maestros indiscutibles del género, es tarea sobrehumana. Y mira que suenan bien, con la sólida voz rocosa, tan grave, de Lobo. Con las guitarras de Diego García y Tony Pick. Con letras de cuerpo entero (buen letrista Manuel Ranudo). Con canciones siempre redondas. Con colaboraciones llenas de sentido: Sergio Fecé, Pirata, Fernando Martín, Toni Marmota… Con country, punk, rock de carretera, blues, frontera, vampi rock… Y una dedicatoria cargada de pasado: “En memoria de Germán Coppini”.
La nostalgia justa. La ilusión intocable. Larga vida a Trogloditas. Larga vida al rock.