Imagen: Maite Cuartero López
Texto: Ángela Mallén (de “Palabra de elefante”)
Qué importará su nombre si era
una ciudad babilónica.
Tenía más campanarios que cigüeñas
y tejados más rojos que un capricho
de Leonora Carrington.
Más allá de su tiempo y de su área,
la hipotenusa suturaba el horizonte
y sellaba secretos arrojados al mar.
Sobre cada azotea con friso de azulejos
oscilaba un suicida, un mirón,
una tórtola, una dama funámbula y desnuda.
Era una ciudad atávica y helénica,
plagada de cármenes y de ágoras,
cúpulas doradas bizantinas,
ventanas circulares y una greca
rodeando nuestra casa.
Ciertas tardes caía sobre nosotros
el cielo como un tiempo, húmedo, de tul.
Desde nuestra azotea podíamos descoser
la sutura que sellaba los secretos del mar.