La profesión no es el destino. La escritura tampoco.
Sangraron las yemas y temblaron las muñecas: soplaron vientos del Ártico sobre su cabeza inclinada.
La política como algo que siempre nos concierne. Los políticos como ese mal necesario.
La palabra al comienzo y al final del universo. La confusión asentada en el centro de la Historia.
Siete muertos civiles un gélido día de nieve. Y los dedos del general urgándose el ano.
Escribiréis de la nada y os darán otro quilate para vuestro loft neoyorquino.
Treinta democráticos años de cultura oficial: ahora y siempre progresistas de sí mismos.
La estepa es ancha y desangelada y en ella cabemos todos los marginales del mundo.
El obús impactó. El fusil acribilló. El cuchillo decapitó. Cambió de canal y escribió a su editor.
Dejad que la escritura sea ese animal salvaje que respira por sí mismo.