Desconfía de los escribidores por encargo: sólo buscan ingresar en el NASDAQ de la literatura.
Recela también de los polígrafos irredentos que escriben odas a sí mismos en el canto de los folios.
El hartazgo literario es que te intenten leer poemas hasta en un váter. Y con la luz apagada.
Una noche de lluvia de un gélido diciembre. Y los dedos ágiles como aquella mañana de tu juventud.
En un país sin principios brotan profetas como rosas de junio. ¿Quién se marchita antes?
La soledad del árbol sin hojas otra mañana invernal: no aspires a mucho más.
¿Quién dijo que la escritura no te salvaría?
La burocracia fomenta el anonimato como el arte el estrellato: en medio estamos los solitarios integrados.
Los coches antiguos, los paseos sin gente y las tapias de piedra: y un ramito de hortigas para amargar la dulce belleza.
Último consejo: cierra los ojos fuerte e inspira hasta el fondo. Lo demás se te dará por añadidura.