"El conocimiento es una riqueza que se puede transmitir sin empobrecerse". Es su propia naturaleza, por tanto, la que lo distingue de cualquier otra clase de riquezas. Por ello, "el conocimiento se erige por sí mismo como obstáculo al delirio omnipotente del dinero y del utilitarismo". "Solo el conocimiento puede aún desafiar a las leyes del mercado" ...
La utilidad de lo inútil, el libro-manifiesto escrito por el profesor italiano Nuccio Ordine, reflexiona sobre la idea de la utilidad de aquella clase de conocimientos cuyo valor fundamental está libre de cualquier finalidad práctica, alejada de cualquier interés utilitarista o comercial. Ordine se refiere, en especial, a disciplinas de raíz humanística como la literatura, la filosofía o el arte, pero también a la investigación científica desinteresada, aquella que no persigue más objetivo que satisfacer la curiosidad humana y cuyos logros a menudo sirven de base para ulteriores desarrollos aplicados por parte de otros investigadores.
Se podría decir que, en el fondo, el libro de Ordine viene a responder a esa pregunta tan insidiosa como irritante –y cada vez más frecuente– que se resume en un ¿para qué sirve leer? o ¿para qué sirven la literatura, la filosofía o el arte? Como si hoy día el esfuerzo por la adquisición de conocimiento sin un interés concreto constituyera por sí mismo un acto sospechoso si no un gasto de energía o una pérdida de tiempo.
Y es que vivimos hoy en una sociedad que prima el tener sobre el ser, una especie de dictadura del beneficio y de la posesión que domina todos los ámbitos del conocimiento y de nuestro comportamiento cotidiano. La apariencia, por desgracia, cuenta más que el propio ser. Una mentalidad que ha acabado impregnando a la enseñanza y que amenaza con transformar, más aún en el actual contexto de profunda crisis socio-económica cuando los presupuestos encogen, a las instituciones educativas, también a las públicas, en empresas. Así, son hoy muchas las universidades que venden diplomas y licenciaturas –a menudo al alcance solo de los estudiantes de familias pudientes, que se convierten en clientes– a cambio de la perspectiva de obtener un trabajo y réditos inmediatos. La prioridad consiste en producir diplomados y licenciados aptos para ser introducidos en el mercado.
Ordine lamenta este proceso en la medida en que subvierte profundamente el sentido original de la educación, cuyo fruto, sobre la base de la gratuidad, ha de ser siempre a largo plazo: alimentar la curiosidad del estudiante y transmitirle un conocimiento que, exento de cualquier utilitarismo, le forme como un ser intelectualmente autónomo. La profesionalización de los estudiantes solo puede ser entendida dentro del marco de una formación cultural más amplia que les lleve a cultivar de forma autónoma su espíritu y a estimular la curiosidad. De otro modo, resulta inconcebible imaginar en el futuro a ciudadanos responsables, capaces de renunciar a su egoísmo por el bien común, de practicar la solidaridad, la tolerancia, de reivindicar la libertad, de proteger el medio ambiente o de apoyar la justicia.
Para ilustrar su tesis, Ordine recurre a una variada serie de ejemplos proporcionados a lo largo de la historia por diversos autores, desde los clásicos hasta los contemporáneos, en cuyos escritos ponen de relieve la importancia del conocimiento no utilitarista como esencial para la dignidad humana sobre la base de que "la esencia de la literatura (y de los demás saberes humanistas), inmune a cualquier aspiración al beneficio podría ponerse, por sí misma, como forma de resistencia a los egoísmos del presente, como antídoto a la barbarie de lo útil que ha acabado por corromper nuestras relaciones sociales y nuestros afectos más íntimos". Su mera existencia representa un valor alternativo a la supremacía de las leyes del mercado y de la ganancia.
Parafraseando a Tolstoi, lo en verdad útil es aquello que hace mejor al ser humano. O, como apunta Rob Riemen, la única posibilidad de conquistar y defender nuestra dignidad humana nos la brindan la cultura y una educación libre. Así, señala Aristóteles, al igual que denominamos "libre" a alguien que vive para sí y no para otro, consideramos a la filosofía como la única ciencia verdaderamente libre pues existe solo por sí misma. Sobre esa libertad, basada en el rechazo a ser esclava de lo útil, se funda la divinidad de los seres humanos. Son solo algunos ejemplos escogidos entre las decenas que propone el libro de Nuccio Ordine.
Conviene, quizá, recordar que precisamente el pasado año las autoridades decidieron relegar a la filosofía en los planes de estudio de los centros de enseñanza secundaria españoles. "Solo quien ama la verdad está en condiciones de buscarla sin descanso. De ahí que la duda no sea enemiga de la verdad sino un estímulo constante a la búsqueda de ella". Palabras que merece tener presente en estos tiempos en que los poderes instituidos tratan de imponernos certezas, verdades únicas en las que no ha lugar a alternativas.
"El conocimiento es una riqueza que se puede transmitir sin empobrecerse". Es su propia naturaleza, por tanto, la que lo distingue de cualquier otra clase de riquezas. Por ello, "el conocimiento se erige por sí mismo como obstáculo al delirio omnipotente del dinero y del utilitarismo". "Solo el conocimiento puede aún desafiar a las leyes del mercado". La progresiva relegación de las disciplinas humanísticas en los planes de estudio y, con ello, de sus enseñanzas en la vida cotidiana atenta, en definitiva, contra lo que de humano hay en todos nosotros.