Domingo López nació en 1967 (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz). Como narrador es autor de obras como La soledad y nosotros (Premio Nacional de Narrativa Julio Cortázar, 2002, Universidad de La Laguna, Tenerife), La lluvia y las rayuelas y otros cuentos (Colección Monosabio de Narrativa, 2002, Ayuntamiento de Málaga), Rompiendo el protocolo (Ateneo 1.º de Mayo, 2005, Madrid), Alentejo Blues y otros textos (Papeles de Uno Ediciones, 2010, Cádiz) o Aniceto el Importante o la historia de un soñador de regates (Corona del Sur, 2013, Málaga).
Ha participado en antologías de prosa como Tripulantes (Eclipsados, 2006, Zaragoza) y Cuento vivo de Andalucía (Universidad de Guadalajara, 2007, México), Si me persiguen, me iré más al sur (Raro Ediciones, 2009, Almería) o Al otro lado del espejo - Narrando contracorriente (Escalera, 2011, Madrid).
Asimismo, tiene varios poemarios publicados. Destacan títulos como Blues (Premio Ángel Martínez Baigorri de Poesía, 2006, Ayto. de Lodosa, Pamplona), Suburbia (Point de Lunettes, 2007, Sevilla) o Llegar hasta aquí (Origami, Jerez, 2014) y ha sido incluido en varias antologías, entre ellas Voces del extremo - Poesía y utopía (Fundación Juan Ramón Jiménez, Moguer, 2004, Huelva).
En cuanto a su faceta como dramaturgo, cabe reseñar su obra Cero, premiada por el Taller de Artes Escénicas de Valencia en 2005, y El parapoco, galardonada en el Certamen Nacional de Teatro Breve José Moreno Arenas 2011 en Granada.
En este número de Luke ofrecemos dos poemas Llegar hasta aquí, su último libro (Origami, 2014).
BLUES DEL VENCIDO
Para Alfonso X. Rabanal
Estaba sentado en aquella cervecería, solo como siempre cuando de pronto pensó mierda cualquier día se me para el corazón o revienta una vena o me atropella un auto. A través del ventanal veía el frío de noviembre la gente gris, apresurada y seria y la lluvia cayéndoles encima como a salivazos. Sacó un pitillo, lo encendió, se arrellanó en la silla, dio un buen trago, qué bien que no tenga porvenir, se dijo, qué bueno que el futuro no exista
LAVORARE STANCA
Para Pedro Sevilla
Hacía años que ya no escribía nada tratando básicamente de sobrevivir y trabajando diez horas diarias –una familia que mantener, la hipoteca, la suerte de tener un empleo– por un sueldo que apenas le llegaba pero en la bolsa del almuerzo se llevaba a la fábrica un libro de Antonio Machado –amarillento y viejo– porque a las cinco y cuarto de la tarde paraban la cadena de montaje y tenía unos minutos –no fumaba– para leer algún poema.
VALIUM 5
El tipo le aconsejó un poco de introspección. Lo hizo –me juró– miró dentro como le dijo miró durante días por todos lados por todos los rincones pero no encontró a nadie ni encontró nada todo vacío. No volvió, no tenía sentido ninguna revisión. Mejor seguir entonces sin pensar en nada mejor otra vez un bar.