Si tenemos en cuenta los múltiples factores acompañados de gritos y seguidos de susurros (elementos que desconcertarían a cualquiera), y por muy amable que pretendas ser, el peinado no te aguanta el envite y terminas perdiendo el objetivo de tu acción: “No fastidiarla”. En estas situaciones, los amantes terminan odiándose pero no con un odio blanco sino con ese odio sucio tan nuestro, tan humano, tan cruel. Si pudieses parar sólo por un momento y abstraerte en medio de ese aeropuerto o en medio de ese supermercado abarrotado enmudeciendo el sonido, movimiento sin sonido, qué relajante y ahora por qué no pararlos sólo un minuto, apaciguarte como si estuvieras en la cima de uno de los ocho miles pero en soledad, con el viento acariciando tu piel y premeditando la bajada más rápida, tal vez por un precipicio; en un saliente ves un póster de Bob Marley atravesado por un clavo, y debajo del póster dos parejas fumando hierba medicinal, ni te preguntarías qué hacen esos ahí, pensarías que están parados. Comienzas a oír una música y te suena a cántico celestial coreado por ángeles pero en realidad es que van a cerrar el supermercado o que has perdido el vuelo. Abres la puerta, como estás viva necesitas saber la hora y buscas un gato, los chinos miran la hora en los ojos de los gatos. Lo dijo “Baudelaire”.
Obra: El reloj
Técnica: Composición fotográfica
Artista: Malena de Botana
www.josemanuelbotana.com
jmb@josemanuelbotana.com
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