Marzo 2014

nº 155

Crónicas con fecha. Tortillas posmodernas

Vicente Huici
tortillas
Otrosí ocurre con el té, que de tanto haberse vuelto rojo o verde, ha dejado de ser el negro de siempre. Y del vino, mejor no hablar: cualquiera que no se tome (por lo menos) un crianza entre aspavientos benevolentes y palabreo metafísico pasa por un paleto total.

Cada vez resulta más difícil comerse en un bar una simple tortilla de patatas. Lo que ya se nos ofrece es una base de tortilla española con multitud de añadidos espurios como jamón york, queso roquefort o a saber qué crustáceo despistado. Por lo visto, la patochada de los culinary-centers y de los concursos de master-chefs ha calado… y bien (de la inminencia y significación de este avatar ya nos previno en su momento Pierre Bourdieu en La Distinción-Crítica social del gusto).

Otrosí ocurre con el té, que de tanto haberse vuelto rojo o verde, ha dejado de ser el negro de siempre. Y del vino, mejor no hablar: cualquiera que no se tome (por lo menos) un crianza entre aspavientos benevolentes y palabreo metafísico pasa por un paleto total.

Tanta sutileza no deja de ser sorprendente para un país y una cultura zafia hasta antes de ayer, cuando no directamente bruta y descamisada. Parece como si quisiéramos ser posmodernos sin haber pasado por la modernidad y a ello se aplican bareros cool y restauradores iniciáticos (alabados sean sus a veces impronunciables nombres) dirigiendo su particular política de estímulo al consumo a base de sandeces gastronómicas.

Y como la burguesía de estos lares ha sido siempre corta-cortísima de miras (Manuel Tuñón de Lara dixit), haciendo más la cuenta de la vieja que la de resultados a medio plazo, la más pequeña juega a la clavada del guiri mientras pueda y le dejen (el otro día, 2,5 euros por una mini-botella de agua: ja, ja, ja).

O sea que, en realidad, estamos ante una nueva versión del expolio histórico en el orden gastronómico, que, para más inri y recochineo inculto se plantea como “una adaptación a los nuevos tiempos”: estés donde estés no puedes utilizar un billete menor de diez euros para degustar esa única y última morcilla con yogur de fresa (natural, of course) que ha conseguido el primer premio en el concurso intercolegial de mini-cooking (o sea, de pinchos).

Bobos y bobas todos y todas, nadie dice que el rey está desnudo y, mientras tanto, la economía no se recuperará nunca, porque el dinerillo acumulado, la pasta ganada en el expolio gastronómico, es pan para hoy y hambre para mañana (esto sí lo sabemos desde la crisis de los Altos Hornos).

¡Ah bendita y sencilla (a fuer de mítica) tortilla de patatas!