Ella estaba desnuda sobre la cama, atada y con los ojos vendados. Él no me oyó acercarme por detrás esperando como estaba para tirarse a nadar sobre ella, le acerqué el cloroformo y sus cuarenta y cinco años comenzaron a moverse ...
Aquel caluroso domingo comenzó rompiendo la realidad. Un coche se detuvo, el conductor se bajó del vehículo y su acompañante esperó a que le abriese la puerta, era mi vecina de enfrente, cuando yo nací, ella ya vivía en el barrio. Él no golpeó su cara para hacerle daño, lo hizo sólo para demostrar quien mandaba, al recibir la bofetada se le soltó el moño y una horquilla cayó al suelo. Tantos años metida en mis entrañas, buscando cualquier excusa para acompañarla de lejos y en silencio, viendo como esos tipos la quieren a dentelladas… Aún no eran las siete de la mañana y había algo en el aire, un runrún en mi cabeza, el que la había golpeado la llamó, ella se giró y en esta ocasión mirándola a los ojos sí quiso hacerle daño pero falló, de su boca salieron una serie de sonidos gangosos como consecuencia de su personalidad incierta, ella se quitó los interminables tacones y se fue descalza con paso decidido alejándose de allí.
Me tomé el café de un trago y salí a la calle a comprar el dominical para enterarme cuándo iba a empezar la liga de una vez… al volver me encontré con ella que ya calzaba sus tacones y un pómulo inflamado, la saludé pero me ignoró, les escuchaba discutir al lado de mi moto, arrancaron y se alejaron zigzagueando. Como si hubiese descubierto la perfección en la asimetría arranqué la moto con una exagerada sonrisa, él iba muy rápido para mis 50 cc. y cuando estaba a punto de perderlos de vista entró en una urbanización donde mi moto era como el grito de Munch entre los Velázquez de El Prado.
Dejaron el portón abierto y entré con la moto ya parada, lo cerré con un movimiento de lo más natural y con el dominical debajo del brazo comencé a buscar la forma más fácil de acceder al interior de la casa. Antes de entrar pensé en el motivo que me movía a hacer algo así y estuve por abandonar aquel lugar, fue entonces cuando vi el modo de entrar…
Ella estaba desnuda sobre la cama, atada y con los ojos vendados. Él no me oyó acercarme por detrás esperando como estaba para tirarse a nadar sobre ella, le acerqué el cloroformo y sus cuarenta y cinco años comenzaron a moverse intentando quitarse el trapo, se derrumbó y lo dejé caer, ella gritó esperando algo más que silencio por respuesta, la contemplé retorciéndose sobre la cama, él estaba inanimado como muñeco de titiritero en su baúl, le metí los dedos en la boca, al tacto tenía la lengua de madera, busqué la navaja en el bolsillo de atrás y le corté el pantalón con cinto y todo, se movió y busqué el trapo otra vez pero estaba seco así que opté por darme prisa, ella ya se movía de una forma más pausada y no gritaba tanto (creo que pedía ayuda con un gemido cansado), tiré hacia atrás de la piel y no estaba circuncidado así que le practiqué una circuncisión casera, se me fue un poco la hoja de la navaja pero no protestó, la sangre brotaba generosa empapando el suelo, busqué por la casa algo con que curarle y encontré agua embotellada, mantequilla y varios trapos de cocina pero no encontré ni un mísero resto de botiquín, así que se lo envolví como pude con un trapo de cocina empapado en agua. Le di la vuelta, le unté con mantequilla y lo poseí sin dejar de mirarla allí indefensa, era una pena que estuviese semi-inconsciente, esperaba que cuando recuperase el sentido me recordara. Me acerqué a ella, como pude le estiré todo el cabello hacia arriba para enroscarle el pelo en un moño y colocarle cuidadosamente la horquilla, intentó morderme mientras le acariciaba el pómulo inflamado que él había golpeado y que las lágrimas habían dejado al descubierto debajo del maquillaje.
Obra: Aquel domingo
Técnica: Composición fotográfica
Artista: Malena de Botana
www.josemanuelbotana.com
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