Si alguien odia profundamente a Tom Cruise, Al filo del mañana es su película. También para quien piense que el cine es sólo una excusa para hincharse a palomitas y refrescos proclives al eructo. En el primer caso porque la cinta permite desmitificar la carrera de un actor como Cruise, para el que encuentran mil formas diferentes de matarlo. Porque ya no es ese héroe capaz de imitar a James Bond sin que parezca inverosímil. Ni el jovencito de sonrisa impertinente al que uno desearía estampar contra un muro. Es un actor que sabe que también envejece y que ha de buscar nuevas formas de mostrarse ante el público. Aunque para eso siga adentrándose en el cine de acción y futurista (como en Jack Reacher u Oblivion o en la nueva entrega de Misión imposible). Y en el segundo caso, porque es una película para dejarse engañar, para volcar los sentidos en sus imágenes, destinada en parte a aquéllos incapaces de pasar dos horas sin masticar o consultar la pantalla del móvil (no vaya a ser que le hayan acribillado a guasaps). Aunque admitámoslo: la desmitificación de Cruise no es como la de Clint Eastwood en Los puentes de Madison (el hombre duro, roto y débil bajo la lluvia a la espera de que la mujer que ama se vaya con él). El actor de Siracusa se lo toma con humor porque sabe que en este caso puede huir de su imagen de Ethan Hunt; y el guión —adaptación de la novela All you need is kill, del escritor japonés Hiroshi Sakurazaka— le permite, como hacía Bill Murray en Atrapado en el tiempo, revivir experiencias para dar con la que le acabe con el enemigo. Porque aquí la base argumental es la búsqueda de cómo poner el punto y final a una guerra similar a un moderno desembarco de Normandía, con la ayuda de una súpersoldado (la actriz Emily Blunt), la única que puede entender lo que sucede. La presencia de un enemigo alinígena con trazas de ser invencible (similar al de aquellos calamares de Matrix que nos hicieron disfrutar de la ciencia ficción), las referencias a un ejército americano en las que se mezclan los sinsentidos y la ironía, la pizca de heroicidad y el sentimentalismo, pero sobre todo el humor presente en muchas de las repeticiones en las que el oficial Bill Cage se ve envuelto, convierten la película en una mezcla muy interesante de acción y argumento, actuación y efectos digitales. Un ejemplo para entender el cine bélico actual.