Son la clase media que desprecian los políticos, aunque necesiten de tiempo en tiempo sus votos para sobrevivir, subestiman los magnates de la economía, pero aún así deben mantener el estado con su consumo, su entrega laboral y el pago de los impuestos ...
La editorial Libros de Pizarra acaba de publicar la novela Otra vida, del escritor brasileño Rodrigo Lacerda. Esta narración brasileña no parece ser de otro país ni de otro continente, pues los temas que aborda pueden perfectamente trasladarse a la realidad española más actual. En ella se cuenta la historia de una pareja de clase media con una hija en una estación de autobús y en un tiempo muy limitado -dos horas y tres cuartos- en los que se desarrolla todo el drama de las vidas de una familia compuesta por el padre, la madre y una hija. El brevísimo tiempo de la acción narrativa se ve entrecortado por distintos flashback, que permiten recrear una realidad que es también el de unos seres humanos y de una sociedad. La novela tiene, por tanto, una micro-historia y una macro-historia. Por una parte, se trata de la descripción de unos personajes sin nombre definido -es decir que podría ser cualquiera de los lectores que se aproximen al libro- y, por otra, de una clase media golpeada por las convulsiones económicas y políticas. Un conjunto humano que no pertenece al mundo de las altas finanzas que dominan el panorama político con suficiencia y ceguera, pero tampoco a la clase de los desheredados que, en Brasil, llenan las favelas y los arrabales de las grandes ciudades. No son ni ricos ni pobres, pero podrían ser esto último si la fortuna les diera la espalda. Son la clase media que desprecian los políticos, aunque necesiten de tiempo en tiempo sus votos para sobrevivir, subestiman los magnates de la economía, pero aún así deben mantener el estado con su consumo, su entrega laboral y el pago de los impuestos. La clase media vive acorralada en Brasil y empieza a estarlo en Europa, concretamente en España.
Otro asunto fundamental del que trata Otra vida es la corrupción, también un elemento acuciante en nuestra sociedad. Pero no se trata de esa corrupción de los magnates de la economía o de los políticos, sino de las pequeñas corruptelas de los individuos con alguna, aunque sea minúscula parcela de poder. La corrupción se asienta sobre toda una sociedad, y de poco vale decir que no va con nosotros, que nosotros no somos culpables. Siempre lo seremos en la medida en que la permitamos, en que no la condenemos social y drásticamente, en que no nos volvamos impermeables a ella. Y es justamente este tema, la corrupción, el motor que moviliza los actos narrativos de esta novela brasileña.
Sólo por estas razones merecería la pena acercarse a este libro, no sólo para conocer el gran país en el que se celebrarán los Mundiales de Fútbol o los Juegos Olímpicos, sino porque las realidades comienzan a parecerse en el mundo globalizado, porque el ser humano es víctima en todas partes de un sistema corrupto e injusto, porque es muchas veces un extraño en las orillas de la sociedad, y en las de la existencia.
Su autor, Rodrigo Lacerda, ha publicado hasta el momento cerca de una docena de títulos entre las que se cuentan más de seis novelas. Otra vida, por su parte, ha obtenido el premio de la Academia Brasileña de Letras al mejor libro de ficción del año 2010 y ha sido finalista del premio Portugal Telecom y Jabuti.
Como él mismo explicó en una de sus numerosas entrevistas:
"El retorno al uso de los géneros literarios, el servirse de un lenguaje más próximo al lector y la recuperación del enredo son señales de que la literatura ha vuelto a descubrir su verdadera vocación, que no es la de defender una determinada ideología, ni la del público académico o la de la crítica literaria erudita. La prioridad de la novela es establecer una corriente emocional entre el autor y los lectores."
Se trata, por tanto, de una historia que además de estar bien escrita y de plasmar una realidad que es también la nuestra, es buena literatura, pues en todo momento nos sentimos identificados con lo que le sucede a los personajes. Y es que se llega a producir esa corriente emocional entre el autor y el lector.