ISSN: 1578-8644

LUKE nº 152 - Octubre - Noviembre 2013



Cuclillas

José Manuel Botana

De repente, en medio de un silencio aún más hermético sonó un cañonazo y entró él del brazo de la madre de ella, tras ellos una oscuridad absoluta y una fila inmensa de cicatrices y quejas metálicas por venir ...

No se puede decir que el silencio anticipara la atmósfera perfecta para cometer un crimen, sobre todo por esas expresiones alegres en los rostros y por las ropas que llevaban, más caras de lo que se podían permitir. No. Ahí no se iba a cometer ningún delito. Seguían llegando coches que ya aparcaban con dificultad y los ocupantes subían las escalinatas con el mentón elevado, los niños daban vueltas como hojas en medio de un vendaval pero al cruzar esas puertas todos entraban en silencio y se iban colocando en los bancos alargados, expectantes y atentos como cuando los pájaros hacen el nido. De repente, en medio de un silencio aún más hermético sonó un cañonazo y entró él del brazo de la madre de ella, tras ellos una oscuridad absoluta y una fila inmensa de cicatrices y quejas metálicas por venir. Miraba a derecha e izquierda saludando como un palurdo mientras la madrina, henchida de orgullo, se mecía a su antojo entre el oleaje de las miradas con un vestido rojo , crucial para la ocasión. Cuando llegaron al altar, hizo entrada la novia del brazo del padre de él, de blanco puro y pálido, saludaba distraída buscando a alguien entre los bancos alargados; una vieja desde el coro dice “No es virgen” pero nadie la oye y la vieja sigue lamiéndose los huesos casi sin sangre, la novia continúa saludando buscando a alguien entre los invitados, está segura que tiene que estar y ralentiza el paso, la madrina mira a su retoña acercarse y pletórica de contempla cómo su niña sigue buscando esa mirada entre la gente, al fin llega la lluvia de flashes cuando desde lo profundo del velo mira al novio. El coro rompe el silencio con el “Canticorum Jubilo” mientras el padrino se derrite como mantequilla al sol y es que tiene el rosetón en plena calva. Por fin, con hollín en los pulmones y ojos de miserable asesino terminando con su vida anterior, el novio dice “Sí quiero” sin saber exactamente el qué pero sin despeinarse dice “Sí quiero” y su vida de soltero se pone en cuclillas. La vieja del coro desaparece entre una espesa niebla diciendo “Él tampoco es virgen” pero nadie la escucha. Ahora el cura se vuelve hacia ella, le formula la misma pregunta que antes le hizo a él y ella se muere por girar sus ojos metálicos y fundirse por última vez con los que busca antes de dar el “sí quiero”. Cuando diga “sí” se convertirá en adúltera, lo repite en bajito una y otra vez como profecía apocalíptica “adúltera..., adúltera..., adúltera...”, qué bien suena, está por decírselo padrino pero en lugar de eso dice “Sí quiero” y el coro se lanza vicioso a cantar el “This marriage”.