Mire, por favor no me joda, con la autoridad no se jode…, dijo el sargento conteniéndose y buscando las cámaras de reojo ...
Un muchacho desnudo entró en la comisaría y se plantó delante del sargento de guardia.
¿Qué desea?, preguntó el sargento de policía con la secreta sospecha de que había cámaras ocultas de televisión.
Quiero denunciar un robo, respondió el muchacho.
Documento, por favor.
No tengo.
Ah, entiendo, no se preocupe, deme su nombre y el número de DNI.
No tengo nombre ni documentación.
Mire, por favor no me joda, con la autoridad no se jode…, dijo el sargento conteniéndose y buscando las cámaras de reojo.
¡No lo jodo, señor! ¡No sé quién soy!
¡Acérquese!, ordenó el sargento y pegando su boca al oído del muchacho, para que ningún micrófono lo captara ni los otros le oyeran, le dijo en voz baja, ¡Yo te voy a dar un nombre chiflado de mierda!
Mis padres hicieron lo mismo, le respondió el muchacho, a cuyo alrededor se iba estrechando el círculo de curiosos, pero hoy descubrí que era falso, digo, el nombre era falso.
¿Qué te parece si te pongo N.N.?, le susurró el policía disimulando la amenaza con una sonrisa.
Si así puedo hacer la denuncia, ponga N.N…, aceptó el joven abrazándose como si tuviera frío.
Pondré N.N., resopló el sargento visiblemente nervioso mirando a los demás y buscando las cámaras que, estaba seguro, lo rodaban todo para una broma o algo peor, una trampa. Escribió en un formulario y alzó la vista hacia el muchacho desnudo, ¡Está bien!, aceptó el sargento con fingida resignación, ¡Hora y lugar del robo!
No lo sé, ojalá lo supiera…
Bien, N.N. ¿Quiere decirme qué le robaron?
Ya ve, estoy como vine al mundo, dijo el muchacho sin ánimo de ser gracioso, pero los curiosos rieron.
¿Ropa? ¿Dinero?, continuó el policía como si no lo hubiera oído.
No, señor, me robaron mis padres, mis abuelos, mi nombre y se apropiaron de mí.