No hay barrizal en los paisajes, es camino que edifica suelo en los zapatos. No es a cántaros la coz de estos avisos. Es un mar el que ha caído en una gota para desbordar, según algunos, un vaso ...
Cuando los dioses eran jóvenes
ya era viejo este viento
Edward Thomas (The mountain chapel)
Después de mí dos mil años atrás
Muy al norte, persigo a siete condenados detrás de los espejos. Camino buscando un lugar para edificar mi nombre propio. Leo las líneas que penden tu rostro delgado de sur y luz apagada. Busco en la sombra de mi paraguas, lo que no llueve.
El espejo y el cristal
Siempre es más certero el cristal que el espejo. En el cristal, está lo que ven los ojos. Los otros ojos. En el espejo, tan sólo los ojos. Mis ojos.
Un 5 de abril
A ti que te achacan la lluvia. A ti que cierras los ojos o a mí, que quisiera escribir un poema con las ventanas abiertas, con las manos separadas, con el corazón, con todo mi silencio. Ahora que se que no me oyes. Ahora que te golpea la vida. Ahora que siento dentro de mí sencillas cosas imposibles.
El origen del cristal
Culparon al papel blanco de la palabra escrita con tinta negra. Y culparon al papel negro de la palabra escrita con tinta blanca. Así que el papel decidió transformarse en cristal y transparente hablar con los ojos.
Anotación
Amigos, quiebran los tejados húmedos los mocos de las lluvias. No hay barrizal en los paisajes, es camino que edifica suelo en los zapatos. No es a cántaros la coz de estos avisos. Es un mar el que ha caído en una gota para desbordar, según algunos, un vaso.
Poema 9 y 10 en la ventana
Mis tristes pasos deambulan llenos de quehaceres. Muevo el arrullo de sitio. Busco en tus senos desnudos un oasis de letras breves. Estoy sangrando un poema que vomita toda su noche alrededor de una farola apagada, en la que una piedra ha roto el cristal en el que debía arder la llama que prende mis ojos.
Asideros y asombros
Optimismo es el asidero de las despedidas o el vuelo de, quién sabe, ciertos imposibles, que además, no solo ocurren sino que ocurren también sin nosotros. Si desecháramos la estrechez de los pronombres, tal vez percibiríamos que justo al límite del cero sideral aparece el infinito. Por eso la micra en que pasamos, o pasan, es nuestro derecho:
La rebelde causa de aquellas prisas que nos permiten vivir, cuando el mundo se para y es rato en que vivimos nosotros. Sí, tú y yo, en su rebelde asombro, en ese devenir que al final paren los tiempos.