ISSN: 1578-8644

LUKE nº 149 - Mayo 2013



Poemas

Hugo Morales Solá

TENTACIONES

Pájaros de la lluvia
te sumergen en el jardín
de donde vienes.
La lluvia moja los recuerdos,
tú vuelas con las alas de la creación
y la sangre hilvana tus instintos
al árbol prohibido.
Y me atraes,
y me tientas.
Me seduces
y me perturbas.
Sabes que en tu cuerpo
se estrangula mi deseo,
que tus abrazos erizan
la piel del tiempo.
Como el mar insomne,
que sólo se adormece
en el pecho de la luna,
tus besos llegan de noche.
Y me buscan.
Me llevan y me traen
en el oleaje de tus labios
que se abren y se cierran,
que me aspiran y me tragan.
Vienes del primer día,
como una Eva sin Edén
y no puedo resistir
la marea nocturna de tu presencia.

EL ÚLTIMO GRITO

Creyeron que te mataban con una orden de ¡fuego!
Creyeron que te enterraban,
y lo que hacían era enterrar una semilla.
Ernesto Cardenal
(del poema “Epitafio para la tumba
de Adolfo Báez Bone”)

Llegaron sin caras,
sin piedad
y sin ley,
aunque ellos eran la ley.
Se llevaron la vida,
vientres henchidos,
a los justos y a los pecadores.

Vinieron en nombre de la paz
y se llevaron la paz.
Nunca más la volvimos a ver
ni a esos rostros de humo
que caminan todavía
contra la memoria y el olvido.

Son pasos de nadie,
desvanecidos de tiempo,
habitantes de los espejos rotos
de la memoria,
huesos de todos
que un día volverán
sin carne, sin justicia
y sin saber quiénes fueron.

La tierra fue la madre que
los abrazó en su oscuro útero
y el Río de la Plata, el padre
que dio el consuelo líquido
a sus tormentos inexplicables.

Nos dejaron el horror,
como una sombra de tanto dolor.
El martirio de sus martirizados
mató para siempre a su propia humanidad:
parieron la bestia que todavía anda suelta.

Los pasos del jueves
fueron la carne de aquellos dolores,
uno a uno fueron llegando,
como pájaros del atardecer
que buscan el árbol de la noche.
Pero ellas venían de la noche
y buscaban el árbol de la luz.

Buscaron.
Desesperadamente buscaron
el eco de su evanescencia.
¿Dónde estaban? ¿Dónde los tenían?
Volvieron a buscar
con lágrimas de arena en los ojos
y cuando todo era silencio
gritaron espumas de ira.

Los pañuelos blancos
desangraron al olvido
y el camino circular de la plaza
fue el molino de las madres
donde trituraron la desesperación.
La certeza del luto irremediable
maduró después como una zarza espinada

¡Cuántas cruces silenciadas bajo el agua,
cuánto sufrimiento duerme bajo la tierra!
Esperan la luz para dejar de ser nadie.

Después vinieron los hijos
robados a los vientres estremecidos.
Volvieron de su propia ausencia,
como polen de aquellos huesos,
esparcido al futuro.
Huesos tibios que laten
tuétanos de llanto y gemidos.

Hay vapores de esperanza
que suben de las tumbas ignotas.
Cementerios líquidos y anónimos,
pozos oscuros que iluminan la verdad
son ahora los ojos de los jueces.
El último grito vendrá del calcio eterno.
Todo se sabrá. Todo lo sabremos.