Poemas como juguetes rotos
Nacido en Río de Janeiro, Carlito Azevedo es uno de los poetas más destacados y originales de la generación del cambio de siglo. Su primer poemario, Collapsus linguae, de 1991, obtuvo un prestigioso Premio Jabuti. Después publicó As banhistas (1993), Sob a noite física (1996), Versos de circunstância (2001) y la recopilación de su poesía bajo el título Sublunar (1991-2001). Su libro más reciente es Monodrama (2009). Además de poeta, es crítico y editor de la prestigiosa revista Inimigo rumor.
El crítico brasileño, Luiz Costa Lima, ha escrito que en su poesía "la delicadeza de su elaborada construcción corre pareja con su agudeza incisiva." Ciertamente, en la obra de Carlito Azevedo lo aparentemente cotidiano se quiebra, como un juguete roto, en la realidad misma. Como si la auténtica vida emergiera de pronto disolviendo las apariencias y los espacios conocidos. El mismo crítico redundará en estas impresiones al decir que "el movimiento se establece entre la vida y el poema, éste último buscando nacer del espectro de aquella." Al fin, las palabras apenas describen una escena poco antes de ser destrozada por la marea inabarcable, inhóspita del absurdo, de la pura realidad.
"Sus versos", dice Adolfo Montejo en su antología Constelación celeste, "se mantienen en el doble equilibrio entre la tensión de la imagen y la noción de la forma, entre la construcción del poema y la fiesta del lenguaje."
Carlito Azevedo se entrega a la gran fiesta del lenguaje. Su poesía está llena de reclamos literarios, de citas y de nombres como nos sucede a nosotros en las grandes ciudades que habitamos. En ellas todo se mezcla: los delincuentes con los artistas, los políticos y los deportistas, las escenas más atroces con los productos a la venta, el sexo explícito con la muerte edulcorada. Para un ojo ajeno –y este es muchas veces el punto de vista de un poeta- parecería una fiesta salvaje y destructiva, un organismo que se auto-devora, pero que emerge siempre con una sed insaciable de vida.
En los poemas escogidos para esta página –ambos pertenecientes a su libro Monodrama-, dos sencillas anécdotas –una reconciliación amorosa y la muerte de un gemelo- son ejemplos de cómo se manifiesta el absurdo que nos envuelve. Al fin, en esa marea de sin sentido es muy difícil estar seguros de quienes somos o de que nuestro cuerpo nos pertenezca. Realmente, ¿somos quienes creemos ser? ¿Tenemos capacidad de construir una identidad? ¿Acaso no parecemos hormigas en un hormiguero o individuos en una multitud, incapaces de diferenciarnos del conjunto? ¿Tiene eso importancia? ¿Quién ha muerto finalmente, él o yo? ¿Quién vive, yo o él? Tanto da. Somos reflejos de un reflejo, brillos que no alumbran en la gran ciudad.