ISSN: 1578-8644

LUKE nº 150 - Verano 2013



Oteiza y el vacío como la limitación de lo abierto.

Emilio Varela Froján

... es la piedra-clave de una nueva Estatua que plantea, desde un sistema limitado de lo abierto o un “control hiperespacial”, no la representación estática de su espacio exterior, sino su desocupación en un vacío activo y dinámico ...

En 1956, al reiniciar su escultura en un proceso ya claramente experimental, Oteiza intentó en la estatua un replanteamiento tridimensional de Malevich desde su anterior ampliación mural, y fijó en el poliedro Teorema de la desocupación cúbica unas conclusiones con destino a hacer desaparecer su parte exterior sólida y negra –con un sencillo corte vertical convertía la cara opaca del poliedro en un plano abierto y liviano–; y su parte interior, en dos aperturas, una triangular y gris, y otra curva y blanca, equivalentes a las partes anterior y posterior del Muro, y pasar, de esta forma, de la serie de poliedros abiertos, a los poliedros vacíos.

Efectivamente, todo lo que Oteiza había realizado hasta entonces eran ensayos para la liberación de la energía espacial al exterior del Muro y de la Estatua a partir de su apertura formal al espacio y a la luz. Sin embargo, lo que encuentra en este poliedro va a suponer el desarrollo de su escultura posterior hacia el interior vacío de la Estatua.

Es decir, además de ser la última “notación para una desocupación estética del muro”, es la piedra-clave de una nueva Estatua que plantea, desde un sistema limitado de lo abierto o un “control hiperespacial”, no la representación estática de su espacio exterior, sino su desocupación en un vacío activo y dinámico. Vacío cuya nueva función ya no es ampliar, sino limitar la acción espacial de la Estatua. “Si la estatua puede rodar, aun siendo abierta, significa que por fuera, pero cerca, hiperespacialmente, está cerrada. Si no contradice esto al concepto de expansión, por lo menos lo limita”. Limitación que Oteiza establece, tanto en la expansión espacial y la dilatación de la luz como en la flotabilidad formal y el movimiento, en la Estatua inmóvil o “la dinámica del vacío”, que le permite pasar de un tratamiento físico de la extensión formal del espacio a una metafísica del vacío o, lo que es lo mismo, de una imaginación simbólica y metafórica del espacio a una conciencia metafísica del vacío inmóvil.

Pues lo que hay en realidad dentro de la Estatua se define, no por su imagen y significado, ni por su rostro y nombre, sino contrariamente por su inmovilidad y silencio, por ser límite del espacio y término del tiempo, y que Oteiza trató como el debilitamiento de la representación y el silenciamiento de la expresión, en la dimensión inmóvil de un vacío y en la duración de una ausencia o nada, espacio y tiempo de lo absoluto, que el artista encontró en los límites abiertos del Muro y de la Estatua.

Concretamente, en los ensayos hiperespaciales de La pared-luz y La unidad triple y liviana que suponen, en el conjunto de su obra, las primeras pruebas estéticas de liberación de energía espacial que ponen en el exterior el ser integral y la naturaleza funcional del Muro y de la Estatua, y que Oteiza pudo proyectar y controlar, finalmente, en una solución cerrada de vacío para la expansión espacial, cuyo ser quedó fijado en las cajas abiertas, vacías y metafísicas, verdaderos depósitos de espacio y luz inmóvil, y conclusiones experimentales del ser espacial en un vacío como limitación de lo abierto.

Oteiza. Teorema de la desocupación cúbica, 1956