La recomposición geopolítica resultante tras la fragmentación de la globalización, una vez se haga evidente que el modo de vida occidental es imposible de generalizar a todo el planeta, se traducirá en una creciente disputa por los recursos naturales entre los distintos mercados regionales planetarios ...
"Serán los límites energéticos, de recursos y ecológicos, y no la lucha de clases, los que doblen la columna vertebral a la lógica del capital. El crecimiento económico exponencial se revelará un fenómeno transitorio de la historia humana". Ésta es, en síntesis, la lógica que inspira el libro La quiebra del capitalismo global: 2000-2030, escrito por el activista social y miembro fundador de Ecologistas en Acción, Ramón Fernández Durán, quien previene de la crisis sistémica y de la ruptura del capitalismo global que traerá aparejadas el fin de la era de los combustibles fósiles.
La recomposición geopolítica resultante tras la fragmentación de la globalización, una vez se haga evidente que el modo de vida occidental es imposible de generalizar a todo el planeta, se traducirá en una creciente disputa por los recursos naturales entre los distintos mercados regionales planetarios, pero también dentro de los propios Estados a medida que el nivel de vida se reduce.
Las estructuras de poder se demostrarán impotentes ante la crisis de la sociedad industrial dada su incapacidad para tomar decisiones y adoptar políticas que, pese a beneficiar al conjunto de la sociedad, irían contra sus propios intereses e inercias. En su lugar tratan de intensificar las mismas políticas –véase ahora la promoción de la técnica de extracción de gas por la vía del fracking– en un empeño continuista que producirá un deterioro aún mayor de las condiciones de vida, institucionales y ambientales.
Las tendencias que sucederán al derrumbe del actual mundo financiero-corporativo serán una progresiva reruralización, una crisis de la actual sociedad de la imagen, la información y la comunicación, el fin del mito del crecimiento perpetuo y la sustitución del individualismo intenso y el hedonismo insolidario por un mayor sentido de comunidad que propicie iniciativas basadas en la simplicidad voluntaria.
Las bases para la creación de un desarrollo humano sostenible deberán surgir desde dentro del sistema dominado por el capital, pero sin formar parte de él, del mismo modo que la burguesía surgió en los poros de la sociedad feudal. Pero la ruptura con las formas de poder y propiedad actuales implicará conflicto. Las estrategias a adoptar, según Fernández Durán, incluyen la adopción de técnicas de lucha no violenta activa y desobediencia civil a fin de permear a la mayoría social impulsando medidas de reparto pero también de contención de la producción y el consumo y de generación de ilusión ante el miedo paralizante.
El autor prevé dos posibles escenarios extremos: un colapso brusco y caótico o un proceso de decrecimiento más suave, ordenado y justo, si bien lo más probable sea una mezcla temporal y espacial de ambos. De ahí la necesidad imperiosa de sustituir los comportamientos competitivos y violentos por otros cooperativos y pacíficos: "(…) en determinadas circunstancias, un nuevo comportamiento alcanzado por una masa crítica de individuos de una especie permitirá crear un efecto sinergia dentro de la misma que implicaría una suerte de explosión de conocimiento y prácticas colectivas inéditas". Hoy por hoy, la concienciación y la proliferación de esta clase de comportamientos –más que los indicadores económicos– constituirían los auténticos brotes verdes que garantizaran un futuro de relativa prosperidad.