Este libro de poesía es una barrera cercada y cerrada, un espacio desde donde parten las contradicciones y las hendiduras de las heridas humanas y de sus restos ...
Barreras es el resto que habita entre la decadencia y la realidad. El cerco literario de los edificios, donde la memoria, el odio y el polvo del recuerdo reivindican la dignidad de la vida manteniéndose de pie ante el sufrimiento humano y las guerras.
En estos tiempos en los que esbozamos el futuro sobre incertidumbres y el pasado nos es más que la disputa entre significados contrapuestos, la poesía quiere acercarnos un mismo aire para respirar. Si el lugar donde vivimos en este mundo sigue siendo resbaladizo, el libro es la grieta de la línea de la vida, azulejo de un tiempo atrás, ráfaga de luz, polvo, llama, muro, mantel de cuadro entre campos de grosellas. Nos encontraremos con márgenes, piquetes, hendiduras, rupturas, silencios, instantes calcinados, la imposibilidad que atraviesa guerras y conflictos mundiales para situarse después en la calma esencial del valle de Baztan.
La valla de alambre tensada en el destello entre el cielo y la tierra, y su encuentro con una nueva barrera que atravesar. Esa barrera puede ser un cierre o un obstáculo. Un lugar estrecho donde entrar. La barrera que más me ha gustado desde la infancia es esa construida con tablones de madera, y que ha supuesto la vía de entrada y salida del ganado. Aunque transcurra el tiempo, se mantiene firme la estructura de la barrera que a la vez ejerce de valla, de lugar acotado. El testimonio del estilo de vida rural, tan aferrado a la tierra y a sus cicatrices.
Este libro de poesía es una barrera cercada y cerrada, un espacio desde donde parten las contradicciones y las hendiduras de las heridas humanas y de sus restos. Un paisaje, nuevo, que se abre cada amanecer. El idioma y sus significados enraizados en las cumbres. El testimonio de lo que pudimos ser y llegamos a sentir a través del viento del norte. El aliento y la luz de las vidas silenciosas y el paso del pastor que no llega de vuelta a casa. El murmullo del árbol genealógico. Los bosques que son puentes para esta vida y para las que están por llegar. Una barrera nueva, abierta con el tiempo. La vida y su descomposición de tensiones y pulsos y su firme proposición a aferrarse a la luminosidad de lo perdurable. La luz y su sombra alargada que da aliento a los claroscuros del ser perecedero. El destino y su olvido de silencios.
La poesía como invención de la historia y sus historias. La historia particular de cada individuo. El estallido de los significados columpiados en los márgenes de la vida. La compresión de la realidad escondida tras los edificios desfigurados y desesperanzados.
En los valles donde el tiempo recorre las aristas húmedas de lo ancestral, las imágenes adquieren el poder de lo rural y de lo pagano, donde la simbiosis de los elementos naturales ensanchan el campo de visión de la vida y de las creencias donde las ramas adquieren formas y ciertos olores, que inevitablemente, nos llevan de nuevo a la parcela del hogar inquebrantable.
La poesía como reacción a los tiempos que vivimos. La tendencia al olvido de las pupilas agrietadas, los restos de la devastación, el dolor y el sufrimiento de las zonas transfronterizas, y la arquitectura agrietada de lo que algún día fue.