Con sus novelas y cuentos, sentaron un precedente impredecible. Causaron furor entre los lectores y fueron traducidos a muchos idiomas. Según Marie Arana, no fue un boom de escritores, sino de lectores.
Es lo que los escritores latinoamericanos desearíamos. Recientemente se celebró en Madrid un encuentro de expertos en la materia a raíz de los cincuenta años de la creación de aquel fenómeno editorial que dio a conocer a escritores como Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Fuentes y otros.
El galardonado escritor boliviano Adolfo Costa du Rels, afirmó que el Boom Latinoamericano no fue más que un ejercicio publicitario. Años después aquello fue corroborado por Carlos Fuentes. Probablemente lo fue al principio, ya que los libros deben ser publicitados. Aquello, sin embargo, se debió en gran parte al visionario editor español Carlos Barral y a agentes literarios emprendedores como Carmen Balcells, que apostaron por la literatura latinoamericana, más aún porque había un idioma común.
En los años sesenta se vivía en España la dictadura franquista y, por ende, poca libertad de expresión. Los editores vieron una veta en las letras latinoamericanas que dejaron de narrar una literatura costumbrista y folklorista y empezaron a escribir sobre la realidad social de países diversos y en vías de desarrollo.
Los editores descubrieron el gran talento, imaginación y la buena pluma de los escritores. Éstos habían estudiado con lupa desde Cervantes hasta Joyce y fueron influenciados por estos dos escritores, que son dos hitos en la literatura universal.
Con sus novelas y cuentos, sentaron un precedente impredecible. Causaron furor entre los lectores y fueron traducidos a muchos idiomas. Según Marie Arana, no fue un boom de escritores, sino de lectores.
Crearon un estilo propio, con un lenguaje muy rico y con técnicas literarias vanguardistas rompiendo los convencionalismos de la narrativa tradicional. Para ellos escribir debía ser como hablar y relataron historias jamás imaginadas.
García Márquez introdujo el Realismo Mágico, que no es sinónimo del Boom. Éste se traduce en que lo irreal se convierte en parte de lo cotidiano como se puede observar en Cien años de soledad, cuando una mujer se alimenta de estuco. Lo más probable es que su antecesor Juan Rulfo, con su extraordinario relato Pedro Páramo, y Alejo Carpentier. con El siglo de las Luces, hayan sido los precursores del Realismo Mágico.
Los escritores también proyectaron su mundo personal contextualizado en la época como Vargas Llosa en La ciudad y los perros. Escribieron una literatura propia que se tradujo en universal, ya que la condición humana es la misma en todas partes y hasta hoy son copiados por escritores jóvenes.
Lo notable de este exitoso proyecto editorial fue que, antes de que se difundiera, autores de la talla de Martí o Darío eran conocidos en Latinoamérica, no así en el mundo. Y menos los cronistas de las Indias como Arzans Orzúa y Vela.
¿Cómo se conoce a un país? A través de su cultura, de la artes, principalmente de las letras. El fenómeno del boom fue extraordinario porque se pudo mostrar un continente emergente cargado de exotismo, riqueza, cambios políticos, culturas distintas hasta entonces poco conocidas. Se ha tratado de crear el boom junior con escritores como Isabel Allende, Laura Esquivel, Dos Pasos, Bryce Echenique, pero sin éxito. Estos, como muchos, se han convertido en importantes representantes de la nueva narrativa latinoamericana. Según expertos, el único que hubiese podido ser un heredero del Boom es el chileno Bolaños, que desgraciadamente murió.
Sería una gran idea que nuevos escritores latinoamericanos, que están cargados de talento, pudieran reeditar un nuevo Boom.