Cuando la sofisticación nos invade, cuando nos apartamos de nuestro núcleo, amenazan dos peligros ...
Ya no: existo, estoy aquí; sino: soy visible, soy imagen –look, look!–. Ni siquiera narcisismo, sino una extraversión sin profundidad, una especie de ingenuidad publicitaria en la cual cada uno se convierte en empresario de su propia apariencia
Jean Baudrillard
La ingenuidad y la espontaneidad se sustituyen por la astucia y el control, y como máscaras flexibles adheridas sobre nuestro rostro, se amoldan a las necesidades de cada objetivo, de cada situación.
Y las relaciones se enredan en lo que parece un juego, pero en esa partida podemos perder la intimidad con los otros y nuestra propia intimidad.
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Cuando la sofisticación nos invade, cuando nos apartamos de nuestro núcleo, amenazan dos peligros: la atrofia de nuestros afectos y el descrédito de la relación con los demás.
Si ese momento llega, si el alejamiento de la intimidad propia y ajena progresa, quedaremos reducidos a mera propaganda, a diversas presentaciones y disfraces sin apenas contenido emocional.
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Diferenciar nuestra persona de nuestro personaje.
Localizar ese núcleo donde se enlazan realidad y ficción, y conocer sus límites, quizá nos acerque a nosotros mismos y nos enseñe otra forma de mirar a los demás.
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El conocimiento de uno mismo puede ser la fuente que todavía siga fluyendo, cuando los falsos y los poderosos secan los cauces de los ríos y se apropian de los manantiales.