Llovía a mares. Una lluvia repentina e intensa de verano que les cazó en pantalón corto, camiseta de tirantes y sandalias, a medio salir de la playa. Bajo la ducha no deseada ...
Llovía a mares. Una lluvia repentina e intensa de verano que les cazó en pantalón corto, camiseta de tirantes y sandalias, a medio salir de la playa. Bajo la ducha no deseada y sin atisbo de refugio en los alrededores, ella le pidió que le tapara.
Nada más llegar a casa él fue a buscarla, ella le preguntó que a ver qué quería, él le recordó sus propias palabras solicitantes y provocadoras, ella respondió que de qué diablos estaba hablando y que hiciera el favor de quitarse la ropa, que chorreaba, y la llevara lo antes posible al cuarto de baño para tenderla en el patio interior, él aún se encendió más pensando en la desnudez y solícito se despojó del breve atavío y fue en su busca rastreando las habitaciones, ella al verle llegar con el miembro crecido le preguntó por lo que estaba haciendo, él siguió manipulándolo todo cada vez con más brío, ella abandonó la habitación con cara de desprecio pensando en lo harta que estaba del tema y en que él estaba enfermo, él se enfurruñó definitivamente y terminó de masturbarse en mitad del pasillo, eyaculando sobre la tarima flotante ya mojada por el agua de su ropa playera y el goteo de su propio cuerpo, con la idea de enojarla (dado que estaba claro que ya no iba a conseguir nada), ella le preguntó retóricamente que si estaba loco y prosiguió su carrera frenética por poner un poco de orden en el baño, la sala de estar, la cocina y el dormitorio, él se fue a fumar un cigarrillo, con un rostro entre molesto y de malévola satisfacción, retomando aquellas palabras de ella que él había creído que prometían o había querido creer que prometían o simplemente le habían servido de pretexto para volver a la carga con sus perennes necesidades insatisfechas: ¡cúbreme, cúbreme!
