El verso y su frío azul,
con gesto nocturno queda su alma.
A lo lejos su balcón.
El poema no dictado aguarda otro olvido.
Ayer, los mármoles fueron cincelados por las lágrimas
de unos ojos doloridos de tanto mirarte, poesía.
De nada sirve el amarillo perfil de la tarde
en la yerma ciudad que nos circunda,
con su pereza estéril que trae
tristeza en sus abrazos.
Ya el cielo se desploma,
en la brevedad del instante,
y con la luna inicia un coito sin guiños.
Cuando las gotas de rocío pueblan el alba,
la lengua chasquea lejanías.
La nada atenaza el afán,
el tintero derramado lacera miradas ausentes.
Y el barro de la madrugada aguarda una vez más.
Mas el verano grita hoy un misterio,
tal vez demasiado cotidiano,
y el rostro de ella desaparece y vuelve.
La pluma enmudece, calla el verbo,
pero el silencio, qué lugar para soñar.
De Lágrima de mar (Zaragoza. Comuniter, marzo de 2011, p. 29)
Una tarde en Calamocha
Como agua de manantial fría y dura
los sonidos de la pista se deslizaban.
Qué frío hacía aquella tarde en el circo,
que sin carpa inundaba la plaza de toros
de aquel industrial pueblo del Jiloca.
Llegó el calor al contemplar
al ágil acróbata que en el portor se apoyaba,
y cuántos aplausos cuando el anciano jinete
rompió el círculo de papel en su salto.
Y Arnau, en el asombro de sus ojos,
reía de puro gozo;
pues, el payaso en su cómica salida
con sus zapatones y maleta tropezaba.
Ya el acordeón suena
en la puerta caoba del otoño:
qué melancolía de gestos
con aquel payaso de lentejuelas y cara blanca
y con el del vestido grotesco y maquillaje exagerado.
Qué gestos de belleza con la luz
que iluminaba la pista, la comedia y el musical.
Y con las manos cargadas de pasión y esperanza
los niños aplaudían con sus sonrisas y carcajadas.
Qué frío hacía aquella tarde
en el circo, a orillas del Jiloca.
De Palabra y memoria (Logroño. 4 de agosto, agosto de 2012, pp. 47-48)
De tanto miedo, miedo no siento,
y es que ritos al miedo
desde el inicio del mundo.
El miedo mueve el mundo.
Es la fuerza negra de mi poesía,
la que no puede travestirse,
la que junta a los débiles.
Un inmenso pánico en cada poema:
¿es eso el miedo?
¿Y tú me lo preguntas?
Miedo eres tú.
Porque entre lo que parece
y lo que está dentro
el umbral es el miedo.
¿Y el dintel?: tu terror.
Además, pensar la vida en prosa
es una manera de definir el miedo.
Es una forma de dejar pasar lo más vivo.
Tú poeta, nunca tendrás paz,
-yo no tengo paz,
-tengo miedo.
Ahí, pues, tienes el pebetero
donde arde tu pavor:
incienso de tu religión.
Volver, regresar. ¿Hay olvido
en el noviciado del miedo
o el olvido del novicio es miedo?
Ya es tarde para filosofar. Medianoche.
Pero decidme por último:
dónde ocultaré mi miedo,
porque mi miedo no es fácil de esconder.
¿Tú, ya has visto, cada noche,
cuándo el sueño y su luz,
a la hora que el miedo te arropa
a esa vieja araña húmeda que está
en el ángulo oscuro del techo de la habitación?
El miedo no está marcado en mi frente.
Todo se repite y el miedo acaba
con el resplandor de la mañana.
Voy a seguir, voy a volver,
viviré sin miedo,
aunque el epitafio final no está escrito.
Un rescoldo de miedo remueve
el saber telúrico del poema.
Tus restos quedarán perdidos
en el osario de Burbáguena.
Así, pues, miedo al miedo,
en las puertas de noviembre,
en la casa del pueblo.
De Mudanzas de la voz (Libros del Innombrable. Zaragoza, octubre 2011. pp. 30-32)
Cuando de pequeño cogía cerezas con mi madre, pocas veces, siempre las mezclaba con mis ocurrencias. Y ella y mi padre se reían por mis esquirlas. Y todo quedaba intenso, primaveral, ancho como la tarde en sus caricias. Y miraba siempre su belleza morena al caer la noche, en el fulgor d elas estrellas. Y las horas se estremecían con su mirada y yo dejaba todo por sus besos. Aún hoy la miro y callo a su lado. Ayer fue su cumpleaños.
De Esquirlas (Cartoneritaniñabonita. Remolinos-Zaragoza, abril de 2011)