ISSN: 1578-8644

LUKE nº 145 - Enero 2013



Filosofía de laboratorio y propuesta para una metafísica intranscendente*

Emilio Varela Froján

... en definitiva, para que se dé un conocimiento integral de lo absoluto, los cuerpos tienen que estar en una atmósfera donde el aire y la luz sean su propia ausencia y desaparición ...

La realidad de ahora ya estaba en el comienzo,
y no sabemos más de la muerte

Mientras la vida que por instinto y naturaleza se hace personal y ajena a los demás, y mientras la tierra que la sostiene se reparte en propiedades, cuando en un principio fue de todos, la muerte, la realidad suprema o el mayor grado de síntesis posible en la naturaleza y la vida, tiene la finalidad última de integrar en un único cuerpo todo lo que existe y es mundo. Pues al tratarse de la misma muerte, en definitiva, de la misma realidad para todos, deben ser también el mundo y su contenido comunes. Y, por lo tanto, su conocimiento tiene que reunirse necesariamente en una metafísica, y darse bajo la misma conciencia.

Pero como toda muerte vale lo que la primera muerte, la toma de conciencia supone que, antes de tener una idea suya, se tenga la forma de una ausencia. Pues para que la naturaleza y la vida sean hay que dejarlas estar, para tener conciencia de su realidad y existencia es necesario contemplar en la inmovilidad de sus límites y respirar en el silencio de sus términos, en definitiva, para que se dé un conocimiento integral de lo absoluto, los cuerpos tienen que estar en una atmósfera donde el aire y la luz sean su propia ausencia y desaparición, lo que, finalmente, se concreta en la forma y la materia de una metafísica intranscendente.

Una metafísica que, a diferencia de las filosofías de la naturaleza y de la cultura, de las antropologías filosóficas en general, que se aprovechan de los materiales positivos de la ciencia y de la historia, elabora contrariamente el conocimiento a partir de los restos de la naturaleza y de la vida, del material dañado de los sentidos y los deseos que se recupera del olvido, es decir, de lo que late aún con vida en el fondo de la memoria.

Y lo hace, no a partir de formas simbólicas y metafóricas, formas nacidas de la imaginación y abstracción del pensamiento, sino a través del pensamiento de lo absoluto y de la conciencia de los límites y de la inexistencia, que, por el contrario, han creado las formas metafísicas y los términos de una física de lo absoluto, que contienen en el interior de su materia todo el misterio de lo real, y no la idea del mundo, lo que lleva sin remedio a un conocimiento analítico y a una filosofía de laboratorio.

Pues en todo pensamiento se dan a un tiempo la mirada y la palabra, por lo que no puede haber conocimiento del mundo si no se atiende lo mismo a su inmovilidad y a su silencio. Pero generalmente se ha puesto más interés en llenar de imágenes y de sentidos este vacío que en averiguar lo que se ve y se dice del mundo en las propias palabras. Lo que ha hecho que el conocimiento se haya dirigido las más de las veces hacia la imaginación de la naturaleza y de la vida que a la conciencia de su realidad y existencia.

Decir, finalmente, que inventar sentidos y significados a las cosas ha supuesto, la mayoría de las veces, una traición a su silencio perdido, ya que en pocas ocasiones el discurso de las palabras ha dado con su secreto. Sin embargo, hay nombres que guardan en su interior el valor original y el verdadero ser del lenguaje, palabras que contienen y son en sí mismas los términos de una conciencia y, por lo tanto, que forman parte necesariamente del conocimiento metafísico del mundo. En definitiva, un conocimiento, el metafísico, no simbólico ni especializado, aunque requiera también de una palabra precisa y de un pensamiento lo menos abstracto posible, que se ocupe seriamente de la realidad y de sus misterios, con un lenguaje que diga exactamente el mundo y su contenido, y que defina claramente, sin jergas, los términos y los límites de lo absoluto.

* Extracto de la ponencia presentada al X Congreso Internacional de Ontología “Physis. De las partículas elementales a la naturaleza humana”, en la Sección 1.B) De Aristóteles al pensamiento contemporáneo: La evolución en las representaciones de la naturaleza, el 4 de octubre de 2010 en San Sebastián.

Physis (Eduardo Chillida)