A las cinco de la tarde el aire estaba cargado de discusiones, a las siete el silencio discutía insistentemente sobre el significado de la palabra amor y cómo nos podemos aliviar de él ...
Durante todo el día han anunciado tormentas, por eso me he quedado en la estación Norte de Autobuses y, aunque al final no ha llovido, me he sentido rociada por una larga pulverización de esas que desprenden los jardines adinerados. A las cinco de la tarde el aire estaba cargado de discusiones, a las siete el silencio discutía insistentemente sobre el significado de la palabra amor y cómo nos podemos aliviar de él; escuchando todas esas historias en la Estación Norte de Autobuses, esquivando a los guardias de seguridad, entendí que no tenía nada que añadir. El agua hierve sobre la piel de los que dicen que son tiempos duros, discuten con ellos mismos dándose la razón sobre la dureza de los tiempos y si tal vez sería mejor una guerra de esas que matan a los seres humanos más débiles, que son los de siempre, hablan de sí mismos en tercera persona y hablan sin ningún tapujo de mí y del silencio. Estoy tratando de no impresionarme, que ya está a punto de anochecer y seré noche, seré el minutero que va a marcar el final de estos tiempos tan duros. Aprieto la bolsa entre las piernas, me apoyo sobre ella para intentar dormir. A las cinco de la mañana golpeo la puerta y me permito entrar de nuevo en mí misma; comienza a amanecer, voy a darme un baño (sin espuma, por favor); llegan los primeros zombis para coger el metro y el olor a café inunda de nuevo la estación. Hoy también anuncian tormentas, creo que esperaré otro día más.