IRREMEDIABLEMENTE
Amaneces en una lágrima
que luego el sol secará sin remedio.
Tu presencia se evaporará pero volverá.
Serás otra lágrima en otro amanecer,
una frágil hebra de llovizna,
agua de los pájaros
en el vientre de las nubes.
Viajarás en mi sangre,
latirás en mi torrente.
Tu ausencia será un rocío de tu presencia.
Aunque no estés, estarás.
Irremediablemente.
JUGUEMOS
Juguemos a la guerra.
Tú traes las bombas,
nosotros ponemos los muertos.
Adónde me llevará este horror.
Adónde habrá ido el pez
dormido de la paz.
Juguemos al juego
que mejor juegas.
Las balas y bombas que
salen de tus cuentos
tienen sepulcros reales
y huérfanos de carne y huesos
que lloran sobre los escombros
de sus cadáveres.
Juguemos al juego
que siempre ganas.
La guerra es tuya,
el calvario y el desconsuelo
son nuestros. Y la náusea también.
Los pájaros de la guerra
son ciegos, vuelan de noche
y siembran de muerte mi tierra
para que no amanezca el sol.
Juguemos al juego
que siempre debemos perder.
Pero un día esas tumbas
serán almácigos de paz.
De los gusanos de la muerte
nacerán crisálidas inocentes.
Juguemos al juego
donde volvemos a morir.
No habrá más que hombres
con el corazón de siempre:
una sístole de amor
y una diástole de odio.
Ahora juguemos
a encontrar la luz.
Serán los hijos de la muerte,
los nietos de tanto dolor.
La violencia seguirá
tejiéndose de ojivas.
Pero la esperanza seguirá
amaneciendo nuevos soles.
VACÍO
Un gajo de estas palabras ya no está.
Es ceniza del tiempo,
hojarasca que la memoria
barre con el olvido.
Te acostumbraste a los juramentos
que flotan en tus labios
como vapores de levedad.
Me acostumbré a tu voz de esfinge,
vana, tiesa y quebradiza.
¿Recuerdas cuando amarme
era abandonarte en el naufragio
de los años hasta que los días
se cierren como una mariposa
oscura de la noche?
Todavía puedo verme
antes del deshielo de tus caricias,
cuando tus besos eran de granito
y en tus manos cabía el magma
de este amor.
Yo, sentía mis ojos inflamados
de tu magia y de mi dicha.
Tu, eras el mármol donde
esculpía mis dudas
y nos protegíamos de mañana
y del latido de sus filos.
Te has vuelto carne
que gime en el vacío,
libre de la pesada palabra
que te ataba al misterio
de nuestro largo, largo viaje.
La noche es fría,
como el abismo de mañana.
Ya no quedan dudas,
ya no quedan palabras.