"Basta hundir un dedo en la tierra para escuchar palpitar el corazón del Universo"
Hoy reivindico la Tierra.
Reaparezco vestida en flor,
envuelta en nube,
esculpida en barro,
con mis ramas desnudas al viento.
Enraizada en la tierra que me vio crecer,
rodar en círculos,
y volar sin tiempo.
Hoy reivindico el único lugar profundo y exclusivo al que todos pertenecemos.
Hoy busco que mis hojas bailen sin arrepentimientos.
Hoy anhelo solo crecer,
crecer libre en mi tierra.
Hoy me entrego a la naturaleza más salvaje
que me moldea
y me crea.
Hoy cierro los ojos para que las nubes lloren por mí y colmen mis poros de agua fresca,
para que mi piel alimente mis raíces y mis raíces sostengan mi figura tuerta.
Para que los ríos que caen a chorros de mis ramas recorran y pueblen esta tierra
que llueve la savia de mis sueños de mujer incierta.
Hoy abro mis brazos y mi pecho,
para que vuelen mis hojas al son de los pensamientos que enredan mis cabellos
y puedan simplemente fluir construyendo recuerdos etéreos.
Hoy entrego mi copa en flor al Sol
para que tiña de color las heridas de las sequías que cuartearon la piel de mi cuerpo sediento.
Dejo que renazcan en mí los brotes que de niña me ayudaban a dibujar imposibles en el cielo.
Hoy reivindico la única poesía que se puede escribir,
la poesía de todo lo que nace de la húmeda y cálida Tierra,
origen y madre del más puro e insustituible sustento,
el amor.
Amor a la tierra que me permite abrir los labios y enterrar el tiempo.
Un amor puro e insaciable en el que nuestras raíces ganan la partida al más obstinado de los pensamientos.
Amor que de nuestra tierra reclamamos y absorbemos.
Amor por el que cada día luchamos
para no desenraizarnos del mágico ciclo en que nos enredan el sol,
las nubes,
las mañanas
y ese gran secreto
ese laberinto de raíces, ramas, hojas y recovecos
que en lo más profundo de nuestro existir
tú y yo escondemos.