Dejé en el suelo las flores negras que tanto me había costado conseguir (no es fácil encontrar flores negras), abrí las ventanas y busqué la luna pero esa noche no había luna, habría quedado muy bonito decir que la luz de la luna penetraba y se reflejaba en las flores negras...
Me lo dijo y pensé en el libro, en las flores negras, pensé en las contradicciones al tiempo que estas iban desapareciendo hasta ese límite en el cual se hacen más visibles, llegados a ese punto me hubiese gustado mucho más un “jódete” pero el hecho es que me dijo: “Perdona, no volverá a ocurrir” y ese añadido dejó al perdona en algo triste y barato erosionando la sensación de una pequeña verdad encubierta o una gran mentira al descubierto, ese perdona me transportó a un nuevo mundo, a un presente único y despojado de cualquier oportunidad de volver atrás.
Dejé en el suelo las flores negras que tanto me había costado conseguir (no es fácil encontrar flores negras), abrí las ventanas y busqué la luna pero esa noche no había luna, habría quedado muy bonito decir que la luz de la luna penetraba y se reflejaba en las flores negras. Tres días fuera y ya se había forjado un perdona entre nosotros. Pensé “no es lo que parece”. Miré esos labios que habían dicho perdona cuando me vio entrar y supe que se estaban alimentando de alguien, o tal vez entrenando para cuando yo regresara con las flores y el libro para leer juntos. Se asomó a la ventana alimentando el deseo que se desplazaba hacia su cuerpo, sin apenas rozar el aire, sin hacer ruido, solo esperando y el tiempo se convirtió en un llanura sin fin donde solo cabe la espera. Busqué una página y coloqué el libro abierto entre las flores, me acerqué a la ventana y me quedé mirando la calle despoblada, habría quedado muy bonito decir que la luz de la luna penetraba reflejándose en las flores negras mientras el viento bailaba con las páginas del libro pero esa noche no soplaba el viento. Con movimientos mecánicos lo cogió y comenzó a leer en voz alta, dejó las flores sobre la mesa, me abrazó, el viento bailaba con las flores negras bajo la luz de la luna llena; en ese momento estaba regresando, sus dedos entre los míos, sus labios sobre los míos ya no decían perdona y era lo que parecía.