Fotografías: Juan Frechina
Os encantaría que las razones extraídas de la chistera negra os hiciesen sentir mejor por una milésima de segundo. Sabéis –sin que nadie os lo haya enseñado previamente– que algunos de vuestros actos son deleznables y que el día de mañana los odiareis con todas tus fuerzas.
Ya no os sentís predestinados a tirar piedras, pues hasta las piedras tienen alma y os prohíben desafiarlas. ¿Debilitados? ¡No! Vuestro cuerpo fluye incandescente. La conciencia se explaya: no necesitáis el triunfo de la inmortalidad, basta con construiros una ínfula extraña en medio del desierto.
Nunca hemos sido amantis religiosas, pero hoy hemos levado nuestras alas trasparentes y hemos mirado desde arriba. Después, nos hemos lanzado en picado contra la cicuta de la soledad y la hemos aplastado. Debemos ser de papel, porque si nos quitáis el calco, todavía respiramos.