Es que creo que ya no va a ser igual, creo que va a ser peor y aquella mano que me acariciaba para quitarse el olor a muerto de su marido el flaco, aquella mano se transforma en una garra ...
Siempre he amado con fervor a las mujeres en fuga de su propio caos informal, mujeres que suben y bajan, que sienten y sienten; penetro en esa emoción vertiginosa donde dejo de ser sin dejar de ser yo y comienzo a ser parte del espectáculo de su vida, he de aclarar que siempre he amado a las mujeres de otros, casadas con hombres flacos a los que hace meses que no ven, o al menos eso dicen ellas arqueando una ceja y humedeciendo sus labios, yo las escucho mientras se me desgasta el corazón y regreso a mi vida de artesano del fervor y del caos. Nunca lo percibo aunque lo tenga delante, aunque la tenga entre mis brazos diciendo “Mañana se lo digo”. Yo no hago mucho caso a esas afirmaciones, escucho música de feria y me olvido de la última vez y de la anterior caótica con lo que queda claro que soy un ignorante en la materia. Cuando estoy más tranquilo ella llama y dice que se lo ha dicho y que le deja. En ese momento me desconecto del fervor por ella y no de una forma suave sino del tirón, y ese caos que antes la envolvía en un halo de misterio se disipa, es más, me entra un miedo infernal a que su caos me engulla y como un gladiador romano inicio una carrera para evitarla con aterciopeladas excusas del estilo, que me gusta estar solo (si esa razón no es respetada, las siguientes son definitivas) que soy demasiado joven, sólo tengo consumido el ochenta por cien de mi vida, entonces ella me mira de arriba abajo y con el dolor de lo que he perdido me ondulo si es necesario hacia la tercera razón mientras repaso los buenos momentos vividos junto a ella. Es que creo que ya no va a ser igual, creo que va a ser peor y aquella mano que me acariciaba para quitarse el olor a muerto de su marido el flaco, aquella mano se transforma en una garra que quiere eliminar mi capacidad de respirar hundiéndome la cabeza en la bañera sin agua pero el aire inunda mis pulmones y respiro profundamente para empezar de nuevo, con el fervor de mi vida gris y sombría, como una región del infierno de Dante.