ISSN: 1578-8644

LUKE nº 148 - Abril 2013



En las distancias cortas: Mutación de las altas pasiones

Kerman Arzalluz

Ambos salieron escupidos y en cuatro zancadas eléctricas se situaron en el portal. Se abalanzaron sobre el ascensor, tanteándose las ropas, buscando con excitación ...

Ella le cazó observándole. Él se dio cuenta de que ella le echaba miraditas de vez en cuando. Los dos estaban encendidos y después de un buen rato se empezaron a buscar con descaro; pero en la sala de Juntas estaba prohibido –igual que en los despachos– y no podían arriesgarse a hacerlo en el baño, como dos adolescentes.

Terminada la reunión, se lanzaron como posesos escaleras abajo, cruzaron el hall de entrada como velocistas jamaicanos, y llegaron en un santiamén a la hilera de taxis.

Se precipitaron en el coche sin mediar palabra y éste inició una carrera vertiginosa hasta llegar al bloque donde él tenía su apartamento.

Ambos salieron escupidos y en cuatro zancadas eléctricas se situaron en el portal. Se abalanzaron sobre el ascensor, tanteándose las ropas, buscando con excitación. Ya en la vivienda, los abrigos cayeron sobre la alfombra, los zapatos volaron –uno se empotró contra la araña, otro se estampó contra un bodegón y los otros dos, en vuelo rasante, desbrozaron un ficus de plástico–. Ella se quitó de un tirón la goma del pelo y el moño cayó desmadejado sobre sus hombros.

Comenzaron a acompasarse los leves silbidos y durante cinco minutos continuó en silencio el compás, entregado cada uno al éxtasis de sus exhalaciones. Terminaron casi a la par.

Permanecieron un tiempo con la sonrisa puesta, inmóviles en medio de una gran nube de humo que poco a poco fue rompiéndose en lenguas que doblaron las esquinas, invadiendo las estancias.

–¡Qué gozada! ¿Tú qué tal?

–¡Buah, qué gusto! Lo necesitaba.

Al de un rato ella se estiró hasta la mesilla, sacó uno de la caja y agitándolo en el aire, preguntó con un tono de maliciosa ingenuidad: "Qué… ¿el de después de?".

foto: ardiluzu