Morir como las alondras sedientas
sobre un espejismo
Giuseppe Ungaretti
Búsqueda
El retador de los déspotas, al no recibir el regalo, abandonó las barricadas de las revoluciones y, volviendo sobre sus pasos, partió a la búsqueda de la "Cantatrice" a la que aquello que se reservaba le pertenecía tanto como a cualquier otro.
La torre del dogma
Habito una visión de muros altos, con arqueros en la almenas escogidos en los baños del rencor, los más fieles entre los fieros guardianes después de los perros. Los perros duermen a los pies de la cama. Es inmensa esta paz que humedece las sábanas. Me ha llevado media vida edificar la fortaleza inexpugnable en la que vivo solo con mis sueños; y sé que gastaré la otra mitad añorando la llegada de los bárbaros que destruyan estas murallas en las que es tan triste la paz.
Juventud
El autobús me paró en Cuatro Caminos. Camino por el vientre del gusano que persigue a la crisálida. Camino por la nube que hierve la tetera. Camino por la senda invisible del cemento rugoso. Camino por un túnel que no tiene fin. No persigo a Alicia, voy detrás de la belleza que ha nombrado al Che en el estrado. No insinúo, estoy diciendo que quiero coger un metro a Sol para medir si, a un palmo de mí, amanece.
"Sioux"
Sin plumas, sin reserva, sin mocasines... Recostando el oído en la curvilínea colina; intentando adivinar, en el rumor y la patada, la figura erguida de la simiente a la que has dado una ensoñación y un jadeo... Soñando que sea rama del tronco que imaginas puede tallar tu cuchillo, muesca refugio de la flecha que silbando en la cuerda reparta tu dolor en la joroba del bisonte... Sin pipa de la paz, sin relincho en el potro del lento tormento que se desboca... Manchando el alma con pinturas de guerra… Luchando a muerte con tu propio corazón, cruel y amargo enemigo...
Pub
Las mismas palabras. Los mismos oídos vírgenes. La noche haciendo equilibrios sobre la barra. La luna asomando, tímida, una mitad de la cara tras la cortina menguante. La calle mojada, navegada por un buque basurero. Las mismas sirenas. Los mismos espectros. Hiperión soplando la llama de los focos alógenos. Las nubes prendidas de los dedos de los cigarros. El enebro nadando en vaso largo. Los ojos corriendo por las medias. En la cisterna del baño, una cadena de bicicleta, aguardando un nuevo suicida. El pie asomado al precipicio del taburete. Y estas monedas sudorosas para el músico de blues, el dueño del trombón de varas ante el que sucumbe tu Jericó.