Los rasgos permanentes del carácter
son continuaciones invariadas de los instintos primitivos,
sublimaciones de los mismos o reacciones contra ellos
Sigmund Freud
La infancia es un átomo
que emite la partícula © hasta que morimos
Agustín Fernández Mallo
La relación con los otros es un terreno donde apenas se puede construir algo nuevo
La primera relación de amor, el vínculo que nos unió con las figuras principales –madre/padre– forjó los cimientos sobre los que se levanta el edificio de nuestro particular modo de recibir y de demostrar afecto
Su estructura es prácticamente inmutable, pero día a día aún podemos reforzar sus pilares y desbastar las aristas y asperezas de sus paredes.
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Cada cual habla siempre de sí mismo, aun en silencio
En cada acto, en cada constelación de gestos y comportamientos, nos retratamos
Y aunque la actitud que adoptamos ante diferentes situaciones nos delate, afrontamos las circunstancias cotidianas del mismo modo que buscamos en Internet: nos creemos opacos porque somos inconscientes de nuestra transparencia.
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Poseemos una impronta particular que marca cada uno de nuestros actos, de nuestros gestos
Las conductas más automáticas, las más inconscientes, son los síntomas más fieles de quienes somos
Y de eso se aprovechan los que se nutren de nuestros datos en Internet: nos atrapan en sus redes y nos catalogan.
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Hay niños de dos años que todavía creen que si no ven no son vistos
Así les ocurre a algunas personas durante toda su vida.
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El aislamiento es confortable porque nos ayuda a no sentir la propia debilidad
Un mecanismo de defensa infantil: hacemos como que el otro no existe, y si no existe, no puede hacernos daño ni alterar el punto de apoyo que nos sustenta.
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