"Con sus dulces, apremiantes inicios y su agradecido sujetarse la mano al final, era justo hacia la mitad cuando el matrimonio mostraba su peor cara: siempre una ciénaga, una ruina, un campo intransitable" (Inmobiliaria).
Las dificultades de los seres humanos para conectar en el plano emocional –sea en su vertiente familiar o sentimental–, el formidable reto de la convivencia estable en pareja, la búsqueda de un sentido a la existencia y el miedo ante la amenaza de la soledad son algunas de las claves de la obra narrativa de Lorrie Moore.
Una escritora firmemente asentada en la sólida tradición del relato en Estados Unidos a la que, sin embargo, aporta ciertas dosis de cosmopolitismo que, además de brindar cierta amplitud –muy agradecida por el lector foráneo–, le permiten disfrutar con las dificultades y malentendidos que resultan de las diferencias en los bagajes culturales.
Sus historias aparecen a menudo pobladas por personajes inmersos en esa clase de circunstancias, de contratiempos, que revelan sus limitaciones y que les fuerzan a afrontar una rebaja en sus sueños, en sus expectativas ante la vida. Asistimos así a sus dificultades, a sus titubeos a la hora de adaptarse en consecuencia, a sus forcejeos ante la tentación de engañarse a sí mismos, y a los demás, y compartimos sus reacciones de ansiedad, vulnerabilidad, desconcierto, susceptibilidad, fingimiento.
Otra de sus especialidades serían los seres desubicados –sea de forma temporal o permanente–, que no encajan, que provocan extrañeza y desconcierto en sus entornos y que a la postre es precisamente eso lo que obtienen también de vuelta.
Como es lógico, la obra de Moore nos brinda una óptica femenina: la mayoría de sus protagonistas son mujeres y es a través de su perspectiva que percibimos a los personajes masculinos, los cuales a menudo no salen muy bien parados, representados como seres egoístas, infieles, caprichosos, fríos, remotos...
Pero un sutil e inteligente sentido del humor sabiamente dosificado y por ello doblemente eficaz, contribuye a limar las asperezas de sus historias y a la postre facilita al lector la labor de reconocerse en sus personajes y de aceptar como propias sus limitaciones.