Guarda silencio
Mira cómo relampaguea lo que nos hemos dado.
Cómo se comunican los cuerpos frente a frente hasta prenderse en este mundo nuestro excitante y melancólico.
Multiplica su belleza. No olvides que la gente se duerme con demasiada facilidad.
Que venga a mí tu agitación, que ame la imperfección nerviosa que nos rodea.
Que se pasee arriba y abajo por las habitaciones cerradas hasta que las reminiscencias de lo vivido ordenen nuevamente lo que nos hemos dado, hasta que encienda la lámpara que invente nuestros nuevos nombres.
Siéntate en esa silla a la que he pintado alas, para que eleve tu pereza. El mundo gira y gira por sí mismo, despacio.
No hace falta que dirijas al cochero del carruaje. Tú preocúpate por estar aquí, ponte de puntillas si hace falta. Salta, abandonando las prendas en el camino de la desorientación.
Recoge el polen de las flores y expande su polvo por toda la casa.
Después, mucho después, cuando nadie nos escuche, entonces ya saldaremos las cuentas.
Creación
Supera el manantial que tu cuerpo mantiene con el resto de pieles inquietantes. Ellas carecen de sueños ambiciosos y rezan al dios de los silencios.
Aléjate ahora que aun puedes achicar los malos sueños. Imanta el dibujo de lo desconocido, permite al río desbordarse antes de que tus ovarios se conviertan en un remanso.
Déjale a la aventura el privilegio de excitar las lagunas de la memoria, dale a ella la llama para que alumbre el sendero de la fragua.
Suplícale que permita la existencia de ese avatar de granito que proyecta su luz desde la otra orilla, ese avatar acorazado que silencie los látigos de los perros.
Sabes que solo él es capaz de crear, regenerar los agujeros de la experiencia, y hacer que vuelva a moverse después de una amarga andadura.
Sabes que solo él sabe estremecerte, incluso antes de haberte creado. Sonríes al sentirlo en tu piel. En cuanto le insufle vida, despertara una a una a las aletargadas crías de los sentidos.
Guerrera
Me pregunto si tendrán memoria todos esos lugares por los que he paseado mis raíces amputadas, tierras que fueron vírgenes, antes de que mi espíritu burlón retozase en busca de vástagos, señuelos que sirviesen de alimento a este caballo abozalado incapaz de dar el salto.
Me pregunto si en ese lugar podré desentumecerme; si allí hallare ásperas telas que me protejan del frío cuando inicie el viaje que sin retorno.
Tiemblo ante la yesca, que incita al fuego, tiemblo al incubar las crías que pronto se unirán a la manada. Esterilizo las heridas.
Miles de luciérnagas surgen de la oscuridad. Su iridiscencia no deja lugar a dudas: es ahí donde se forjan las grandes armaduras que protegen a la guerrera.