La palabra, como el silencio,
puede acercar o alejar,
en función de los afectos que la provoquen
J.C. Arfouilloux
Existen varias lecturas de cada acto, de cada situación, de cada pensamiento
Cada palabra, cada gesto o presencia tiene la capacidad de adquirir diversos significados
Y nuestro humor, influenciado por esta multi-interpretación de lo percibido, nos hace confundir a veces los lugares, los tiempos, los deseos…
O las tres dimensiones a la vez.
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En nada podemos confiar plenamente, ni tan siquiera en nosotros mismos
Y aún menos en cualquiera de las muchas representaciones que sobre nosotros mismos y sobre los otros podamos fabricar.
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El punto de vista, desde donde cada persona enfoca a otra, proyecta una luz personal, particular
“Cada uno va a lo suyo; menos yo, que voy a lo mío”, confirma el dicho
Y así, aunque nuestra mirada se estire intentando comprender a quienes nos rodean, aunque se achinen los ojos para verlos mejor, la interpretación del otro se fabricará desde una única perspectiva posible: la de cada uno
Y vemos a quienes nos rodean, como se ven los paisajes desde un avión, disminuidos de tamaño o trastocados en sus tonos.
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Del signo de nuestras particulares atribuciones surgen las sintonías y las discordias.
La desavenencia entre dos personas, en especial si son colegas de profesión, proviene de los méritos que uno mismo se atribuye o de los deméritos que cada uno atribuye al otro.
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La credibilidad mutua, esa sensación profunda que convierte al otro en verosímil, sostiene la confianza entre dos personas
Una convicción que da seguridad tanto en el intercambio emocional como en el intelectual: intuimos que el adentro de nuestro semejante late al ritmo de su afuera, de lo que expresa y muestra.
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