Espacio Luke

Lleva un pesado saco sobre la espalda que hace que le cruja a cada paso que da sintiendo su gastada columna convertirse en agua, le gustaría contemplar el cielo pero la curvatura de la vida no se lo pone fácil y además el saco de chatarra golpea contra su cabeza a cámara lenta con música de Muse; espera que los coches le cedan el paso para cruzar el puente, resplandece en su cuello la chapa de una virgen a la cual se le ha borrado la cara, lo holgado de la camisa hace que se le abulte el vientre mientras culebrea entre los coches cada vez más acelerados. Voy a gritarle –pienso–, pero me contengo sentado en la barandilla del puente, un poco por respeto, otro poco por no asustarle y otro poco por no meterme en un asunto que nada tiene que ver conmigo. Sé que le duele todo el cuerpo, sus ojos negros han sido vacunados con un golpe, se dirige hacia el asfalto, el saco de chatarra se tatúa en el morro del coche que lo atropella, la camisa ya está empapada de sangre y en su cara se borda una extraña sonrisa mientras se desgarra por dentro. Cuando cierra los ojos, la culpa de que le hayan reventado las entrañas ya no es de este mundo.