Claro, ni siquiera la ignorancia significa felicidad…
¡Pero un poema es un don!
Vladimir Holan
Adolescencia
En el callejón, la cítara y el bailarín inexperto, un fragmento de mar y un abrazo oscuro. El salmón desovando, antes de perecer en las fuentes del río, y nosotros imitando la metáfora.
Odiseo
La lengua busca la verdad y el nombre del éxtasis, del que es dueño el amante silencioso. La penumbra habita la mesilla. La curiosidad castiga cada beso. Las yemas de los dedos sujetan los pezones ingrávidos. Y yo le digo a la diosa de mi perdición: este héroe desconocido es el Ulises que sucumbió al poder de la ninfa, el único danao derrotado por Troya, el muerto a pies de los corceles de bellas melenas con ojos de Górgona en el semblante, el que se dejó seducir por los cantos de las sirenas, el que pereció en el naufragio, el que nunca regresó a Itaca, el que envidiaba la vulnerabilidad del talón de Aquiles, el que se esconde en el anónimo, el que es todo fragilidad.
A ti
Aquel beso de desasosiego adolescente fue a tres centímetros de la boca. Esa distancia retrata mi cobardía. Son extremos los gestos de los tímidos. No puedo dejar de amarla y ella nunca lo sabrá.
La enfermedad de K.
Está muy enfermo. Los poetas temen lo peor, excepto los Lacedemonios. Tamide ya no es para él, la felicidad es una metáfora. Lleva un lazo rojo en la solapa. Se da, es generoso. ¿Si da o cáncer? La pregunta la formulan los críticos a los amigos. Estos responden: “¿por qué hay que ser tan excluyentes? Tiene más de dos enemigos”.
No hay nadie que les ayude a comprender. A Cristina no le importa que el líquido del ofertorio sea transparente. No pueden entender que los jadeos no molesten a los que duermen a su lado.
A la divinidad no le conmueve la pena, la pena es un invento cristiano...
Medium
Busca en vano un rostro en los cristales. El dedo amarillea de tanto frotarse contra las páginas. Dilapidó su herencia comprando libros a los anticuarios de Esmirna, persiguiendo un proverbio en el que se lee la inmortalidad.
–¡Debes callarte! Son peligrosos los rumores en los que el cielo imagina amenazas.
–Viejo Tobías, la hiel que sana es amarga como la estrofa del tango.
En la oscuridad una mujer visita al hacedor. Como no puede ver, no encuentra consuelo en su fealdad. Su alma de misógino escupe sobre sus versos: "metrifican el tedio de vivir". Y Alfonsina, asomada a la verja del cementerio, le responde: "Tiemblo y tengo miedo. Siete veces hice en media hora el mismo camino. Tomo el fantasma entre mis brazos y con el antiguo modo del péndulo, largo, grave y solemne, mezo el vacío...”.
Sobre el papel que envuelve el pergamino, salpicaduras de cera teñidas de bromuro comienzan el recetario de venenos que consumen los seres de cirio carnal.