Nada está fuera, nada está dentro;
pues lo que está fuera está dentro
Dentro y fuera
(Herman Hesse)
Un día leí esta sentencia: “De diez cabezas, nueve embisten y una piensa”
Y de inmediato calculé que todo el que oiga esta aguda afirmación no tendrá ninguna duda: la décima cabeza, la pensante, es la suya.
-----
Los tipos de personalidad se describen mediante la puntuación que alcanzan, cada uno en su particular escala, una serie de factores
Si, para representar la interrelación de todas esas medidas parciales, construyésemos un complejo termómetro, veríamos que en su zona media se sitúa una muchedumbre: una mayoría de personas con un sistema de coordenadas en el que se dibujan líneas de inseguridad y de seguridad; zonas de conocimiento e ignorancia, y puntos de maldad y de bondad. Todos mezclados, todos borrosos, turbios.
-----
Con qué frecuencia los estímulos externos no se corresponden con nuestras respuestas
Hay ocasiones en que no ocurre nada que nos altere, ni nadie cercano ha dicho o hecho algo que pudiera dañarnos, pero nos sentimos heridos o nos agarra del cuello la angustia
Y es que los procesos internos son impulsores de respuestas tanto o más que los fenómenos y acontecimientos externos.
Las provocaciones internas a veces son más difíciles de controlar o de modificar que lo que nos llega desde fuera.
Alguien comienza a asestar puñetazos (físicos o verbales) sin haber mediado aparentemente ninguna provocación. Entonces buscamos una etiqueta que colocar al agresor: necesitamos ponerle un nombre, clasificarlo dentro de nuestra particular nosología: intentamos que no nos desconcierte tanta incoherencia conductual.
-----
Cuanto más abundante sea la fantasmagoría que inunda nuestra psique, mayor será el número e intensidad de impresiones o recelos que se desbocan sin razón aparente
Y otra diferencia: cada uno estima o desprecia sus estímulos internos de acuerdo con la calidad intrínseca de esos fantasmas que se formaron en los primeros años de su vida.
-----
En ocasiones nos quieren hacer creer que nuestros miedos y nuestras angustias, los productos de nuestra fantasmagoría, nos inundarán de cualquier modo porque no los provocan estímulos externos, sino que los únicos culpables son nuestros genes y nuestro pasado
Pero, con suficiente frecuencia, también esto es incierto.