ISLAS
Atravesando el mar de la imaginación se pueden observar –no sin asombro– innumerables islas de carne y desconcierto que soportan heroicamente los embates del agua en sus vulnerables flancos y los pútridos vertidos que cada marea deposita sobre sus un día blancos arenales.
Tan sólo esperan –a pesar de que el tiempo jamás fue su aliado– la conjunción astrológica, el imposible istmo que las acerque y funda en única morada, escollera común, alianza continental de acantilado frente a la tempestuosa e imperante barbarie universal.
Dedican, mientras tanto, ilusionadas horas a sembrar nuevos sueños sobre el yermo paisaje de su rocosa estirpe –árida de asechanzas– y aguardan sus semillas que la lluvia anhelada germine las desiertas entrañas y florezcan cual viva realidad, flores del primer sueño, que la Vida reclama para sí, para cumplir con su propio destino de ignorada, maravillosa y funeral presencia.
NADIE
Cada día me encuentro más con Nadie.
Y es que Nadie se asoma a todos los balcones,
me acecha en las esquinas y portales,
entre la multitud, a pleno sol,
u oculto en la penumbra de los bares,
como una sombra más huyendo de la luz
que el tímido neón inyecta al aire.
Dónde están los demás,
sempiternos colegas, amigos de la acracia
que conmigo brindaban, parece que fue ayer,
junto a esta barra hoy triste y solitaria,
por mantener con vida la palabra
sobre los tajos, sobre las calles viva,
sobre la piel, la sangre... sobre las Utopías...
Sólo Nadie acompaña mi brindis de nostalgia.
RECUERDA, COMPAÑERO
Recuerda, compañero,
el sibilante "spray"
coloreando el aire de la noche,
escribiendo en los muros,
en las paredes sucias de los barrios
consignas heredadas, reinventadas,
–"Libertad no es juego político
sino necesidad humana";
"La imaginación al poder"–
poemas urbanos bajo pálidas luces
amparados por nocturnos apremiantes:
recuerda, corazón de empuñadura,
vigilante mirada y acelerado paso,
sombra o luz una duda, un sobresalto,
presagio uniformado en cada esquina,
quizá sangre y dolor sobre el asfalto.
Recuerda, compañero,
la estatura cercana a las estrellas,
la comunal y cálida mirada,
la soledad al fin amortajada,
la inseparable dualidad humana
–unidad biológica/pluralismo social–
descubriendo su posibilidad,
en fraternal abrazo ensimismada
mientras la vida en derredor
parecía irradiar
promesas emergentes,
nuevos matices grises,
más claros cada vez,
insinuación de brillo, de color,
ascensión inminente hacia la luz.
Recuerda, compañero,
las pintadas aquellas en el muro
son indeleble huella en la memoria,
y a pesar de la lluvia,
a pesar de los perros callejeros
y del tiempo y del llanto y del olvido
nos perseguirán siempre, hasta los huesos,
aquellos gritos que juntos escribimos.