Texto (adaptado) de la presentación del libro El sueño de los hipopótamos, de Álex Oviedo
Creo que tenemos entre las manos no un libro de relatos, sino dos en un mismo pack. El propio Alex los diferencia en "Noche clara" y "Noche azul". "Noche clara" y "Noche azul" se parecen en que tienen el mismo padre. Sin embargo, y como muchos hermanos, no se parecen demasiado, más allá del aire de familia del estilo. Y además, muchos de los relatos están dedicados a amigas y amigos del escritor, en una especie de complicidad que hace de esta obra algo probablemente muy personal.
No sé lo que opinará el autor, pero para mí en "Noche clara" el cable que une los relatos es que los personajes son víctimas, víctimas de cosas diferentes, pero víctimas de algo en definitiva.
Aparecen en este primer libro personajes incapaces de comunicarse y poder mantener así un amor o un deseo compartido o víctimas de un pasado que les conduce a actuar dirigidos, como en el teatro, o del acoso laboral sin asomo de rebeldía o víctimas de la soledad no deseada. También víctimas de la patria, de una militancia desazonante o de una no menos desazonante realidad.
A veces, las víctimas no se rebelan o se rebelan tarde y con exceso, como el resentido niño objeto de burlas en la escuela, o simplemente se quedan de un aire, como el guarda que víctima de su inexperiencia cree ver lo que no hay en el ingenioso relato "La mirada de Puppy" que se presenta en versión texto y cómic.
Y uno termina la lectura de este primer libro inquieto, porque a la añoranza de la juventud, a la tristeza de la ausencia, a la soledad o a la incomunicación les pasa como a los ambientadores, que se perciben al entrar a un local o cuando su exceso los hace ineludibles. Inquieto porque teniendo los personajes perfiles muy marcados, de arista viva, no resultan ajenos o incluso pueden resultar muy cercanos.
A diferencia de en "Noche clara", creo que en "Noche azul" el cable que une a los relatos es la pérdida, no siempre de algo que se tuvo, sino a menudo de algo que se aspira conseguir.
Son casi cuarenta relatos breves, algunos hasta micro-relatos, que rezuman la desesperanza por pérdidas como la de la autoestima profesional, el amor, el sentido de la existencia, seres queridos e incluso de la vida.
En "Noche azul", como en la vida, la pérdida suele venir acompañada de sentimientos, como la incertidumbre sobre el futuro, el miedo a la soledad, la añoranza de los que se fueron, la tristeza de las despedidas, el dolor del desamor o la resignación ante la muerte.
Los personajes de "Noche azul" son buscadores que casi nunca encuentran lo buscado; a veces sus objetos de deseo son elementos míticos que se ansían con absurda determinación y otras un amor que precisa de una comunicación que los protagonistas son incapaces de mantener.
En otros casos, sin embargo, un funerario supera el duelo de enterrar muertos fabricando pasados a los vivos o a otro lo declaran loco por pasear con un sombrero panamá lazando piropos graciosos (como "he conocido puertos de montaña que me han provocado menos mareos que usted").
La desesperanza se trata a veces con humor negro o con ironía, o incluso se diluye en el recuerdo de un beso, lo que la hace más digerible, menos trascendente, más cotidiana.
En resumen, en "Noche azul" Alex nos viene a decir que en la vida, como en las recetas de cocina, para alcanzar la felicidad, y por mucho que tengamos buen fuego, conviene que no falten los ingredientes básicos de nuestra particular receta para conseguirla.
La lectura de "Noche azul" me dejó un sentimiento de tranquila melancolía. Me dije: efectivamente, el mundo está jodido y vivirlo no es fácil, pero lo esencial es que te importe, que no te resulte indiferente ser o no feliz y poner los medios para conseguirlo.
"Noche clara" y "Noche azul" no son dos libros sino uno. Los hipopótamos ocultan nueve décimas partes de su cuerpo; los personajes del libro, como he tratado de decir, no comunican y, por lo tanto, van viviendo en su medio sin un contacto real con los demás, como alguien que casi siempre escondiera sus manos en los bolsillos. No se entregan a sus pasiones, se dejan llevar como si sus vidas fueran toboganes y no tuvieran más alternativa que deslizarse hacia el suelo.
Y ahora viene vuestro turno. Como dicen los franceses, podéis disparar contra el pianista.