Aterrizó en Estados Unidos, con un marido adosado y repartiendo saludos a todos los gringos que se le cruzaban por delante; pasaron los años, como decía Machado “Hoy es siempre todavía…”; ella sigue siendo la misma, las mejicanas maquileras estén donde estén recuerdan a la mujer del oro, también la recuerda el proveedor de joyas, que llegando al final de sus días maldice su estampa por no haber sabido gozar del secreto de su cuerpo, de la energía de su mente, si se hubiese dejado llevar por su risa de niña... pero el proveedor del oro se muere jugando a recordar secretos, al igual que aquellos mexicanos que se sentían Chac Mool cuando ella deslizaba las manos por sus pechos y les colocaba una cadena de oro alrededor del cuello. Hoy es siempre todavía y ella sigue siendo la misma, no en los recuerdos, sino en ese tratar de vivir con las contradicciones del destino, y como Lázaro, es resucitada, pero se empeña en morir una y otra vez aunque el destino la seguirá resucitando, tantas veces, tantas como se muera.
Obra: La mujer del oro
Artista: Malena de Botana
Técnica: composición fotográfica
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