AZUL Y YEGUAS
Boceto, trazo, azul grafía,
pensamientos frente al Aneto.
Color impregna la voz
de Manuel Bruna y Chicho
ladera tras ladera atenta,
monte arriba y piedras vivas:
las esperadas yeguas no están,
se han corrido dos montes.
Pirineos en silencio sonoro,
tras sonoridad ida, agostada,
al fondo un relincho tras otro.
Las montañas y vaguadas de
Unha y Bagergue desafían:
la cabaña del pastor espera.
Las bellas yeguas y sus potros
hermosos, con el semental altivo,
monte abajo, parda grafía gris
al trote del grito conductor.
Polvo y tinta, el calor
de la escritura, su voz.
El gesto amigo. La sal.
CINCO GOTAS
Cinco gotas de agua
contienen cinco gotas de luz.
Su alma anida
en la belleza de sus versos.
Hoy he enterrado mi angustia
mordiendo sus labios.
MIEDO AL MIEDO
De tanto miedo, miedo no siento,
y es que ritos al miedo
desde el inicio del mundo.
El miedo mueve el mundo.
Es la fuerza negra de mi poesía,
la que no puede travestirse,
la que junta a los débiles.
Un inmenso pánico en cada poema:
¿es eso el miedo?
¿Y tú me lo preguntas?
Miedo eres tú.
Porque entre lo que parece
y lo que está dentro
el umbral es el miedo.
¿Y el dintel?: tu terror.
Además, pensar la vida en prosa
es una manera de definir el miedo.
Es una forma de dejar pasar lo más vivo.
Tú poeta, nunca tendrás paz,
–yo no tengo paz,
–tengo miedo.
Ahí, pues, tienes el pebetero
donde arde tu pavor:
incienso de tu religión.
Volver, regresar. ¿Hay olvido
en el noviciado del miedo
o el olvido del novicio es miedo?
Ya es tarde para filosofar. Medianoche.
Pero decidme por último:
dónde ocultaré mi miedo,
porque mi miedo no es fácil de esconder.
¿Tú, ya has visto, cada noche,
cuando el sueño y su luz,
a la hora que el miedo te arropa
a esa vieja araña húmeda que está
en el ángulo oscuro del techo de la habitación?
El miedo no está marcado en mi frente.
Todo se repite y el miedo acaba
con el resplandor de la mañana.
Voy a seguir, voy a volver,
viviré sin miedo,
aunque el epitafio final no está escrito.
Un rescoldo de miedo remueve
el saber telúrico del poema.
Tus restos quedarán perdidos
en el osario de Burbáguena.
Así, pues, miedo al miedo,
en las puertas de noviembre,
en la casa del pueblo.
COMO LA ROSA
Como la rosa roja se derrama,
así brillas en mi silencio.
El no ser de mi ser
busca el ser de tu ser.
LA POESÍA SEGÚN ENRIQUE VILLAGRASA
La poesía es mi vida y mi vida es la poesía. Todo parece indicar que ha sido, es y será así, irremediablemente. Porque la poesía es la pasión por la palabra y, dentro de esa pasión, el paisaje, el amor y el dolor, el sueño y el silencio. Todo son instantes vivos, en mis poemas, llenos de las cosas que merecen la pena. Toda mi poesía es búsqueda, todo en y por la hallar la luz, a través del tiempo y la memoria; a través del acto de vivir, sentir, pensar. Nombrando las cosas para darles vida, reinventándolas como una línea de luz en esa lágrima de mar o de silencio, que alumbre el tiempo que se vive, el tiempo que se comparte, el sueño que se sueña, el tiempo que se busca, el más iluminado e íntimo sentido de la poesía y del poeta que se escribe y se reescribe por lograr ese verso que nos haga poetas.
Enrique Villagrasa González nació en Burbáguena (Teruel) en 1957, y actualmente reside en Tarragona. Ha escrito varios libros de poesía, siendo sus poemas publicados en diversas revistas y traducidos a otros idiomas (árabe, francés, italiano, húngaro, inglés y ruso). Colabora en revistas literarias (Qué leer, Turia, Artes & Letras –suplemento Heraldo de Aragón-; El Vuelo de ícaro: suplemento Diario de Avisos de Tenerife). Es Premio León Felipe, 2004, y XXII Premio Internazionale di Poesia e Letteratura “Nuove Lettere”, Istituto Italiano di Cultura di Napoli (2008). Ha sido incluido en diversas antologías: Alrededor de Luis Alberto de Cuenca (2011) y zm escrivisiones a partir de fotogravivas (2011). Sus últimas publicaciones son Lágrima de mar (2011), Esquirlas (2011) y Mudanzas de la voz (2011).