Lágrimas de sangre
Bronislawa Wajs
(Cómo sufrimos con los soldados alemanes en Volinia entre 1943 y 1944)
En el monte. Sin agua, sin fuego. Mucha hambre.
¿Dónde dormirán los niños? No hay carpa.
De noche no podremos encender el fuego.
De día, el humo alertaría a los alemanes.
¿Cómo vivir con los niños en el frío del invierno?
Están todos descalzos...
Cuando quisieron asesinarnos,
primero nos pusieron a hacer trabajos forzados.
Un alemán vino a vernos:
Tengo malas noticias para vosotros.
Os quieren matar esta noche.
No se lo digáis a nadie.
Yo también soy un gitano oscuro
de vuestra sangre, uno auténtico.
Que Dios os ayude
en el bosque negro...
Después de decir aquello
nos abrazó a todos...
Dos o tres días sin comida.
Nos acostamos hambrientos todos.
No podemos dormir
y miramos las estrellas...
¡Dios, qué hermoso es vivir!
Los alemanes no nos lo permitirán...
¡Ah, tú, mi pequeña estrella!
¡Eres grande al amanecer!
¡Ciega a los alemanes!
¡Confúndeles,
haz que extravíen su camino,
y así los niños judíos y gitanos podrán vivir!
Cuando venga el invierno grande,
¿qué hará la mujer gitana con un niño pequeño?
¿De dónde sacará la ropa?
Todo se nos queda harapiento.
Uno quiere morirse.
Nadie lo sabe, sólo el cielo,
sólo el río escucha nuestro lamento.
¿Qué ojos nos han visto como a enemigos?
¿Qué bocas nos han maldecido?
No les escuches, Dios.
¡Escúchanos a nosotros!
Llegó una noche fría,
la vieja gitana cantó
una historia gitana para niños:
Vendrá el invierno dorado,
la nieve como pequeñas estrellas
cubrirá la tierra, las manos,
los ojos negros se congelarán,
se morirán los corazones.
Cayó tanta nieve
que cubrió la carretera.
Se veía sólo la Vía Láctea en el cielo.
Esa noche de escarcha
muere una hija pequeña,
y al cabo de cuatro días
las madres entierran en la nieve
a cuatro pequeños más.
Sol: fíjate cómo sin ti
se muere un pequeño gitano de frío
en el bosque grande.
En casa, una vez, la luna en la ventana
no me dejaba dormir. Alguien miró desde fuera.
Pregunté: ¿quién hay ahí?
Abre la puerta, mi gitana oscura.
Vi a una hermosa joven judía,
temblando de frío,
pidiendo comida.
Pobrecita, mi pequeña.
Le di lo que tenía, pan, una camisa.
Las dos nos olvidamos de que no muy lejos
estaba la policía.
Pero esa noche no vinieron.
Todos los pájaros
rezan por nuestros niños,
para que los malvados, esas víboras, no los maten.
¡Ah, destino!
¡Mi mala suerte!
La nieve caía gruesa como hojas,
nos cortaba el paso,
esa pesada nieve que enterraba las ruedas de los carros.
Había que hacer camino
empujando por detrás de los caballos.
¡Cuántas miserias y hambrunas!
¡Cuántas penas y caminos!
¡Cuántos guijarros afilados nos hicieron cortes en los pies!
¡Cuántas balas volaron por sobre nuestros oídos!
Bronislawa Wajs
La poeta polaca Bronislawa Wajs (1908-1987), más conocida como Papusza, fue una de las primeras autoras romaníes o gitanas. En su cultura estaba mal visto que una mujer leyera. Ella aprendió a escondidas, trocando clases de lectura por pollos con la gente de los pueblos por donde iba pasando su familia de gitanos nómadas. Famosa en vida como cantante y poeta, murió sola y repudiada, sin que nadie se enterase.
La versión que presento puede estar bastante alejada del original romaní: Jerzy Ficowski puso el poema en polaco, luego Yala Korwin pasó esa versión al inglés, y de ese inglés sale el texto en castellano que se puede leer más abajo. He visto en Internet referencias a traducciones de sus obras al español, pero por desgracia no las he encontrado en ningún sitio.
Supe de la historia de Papusza leyendo Enterradme de pie. La odisea de los gitanos, de Isabel Fonseca (Anagrama).