Cuadernos Oxford
Pedro Tellería
Nacido en Sursee, el suizo Hans Küng (1928) es uno de los teólogos más leídos y controvertidos de nuestro tiempo. Formado en Roma y París, ha sido profesor en Tubinga y sufrió en 1979 la retirada de su licencia eclesiástica para enseñar. Autor de monumentales estudios sobre las grandes religiones, de propuestas sobre ética mundial y de unas polémicas memorias, actualmente está retirado pero en activo, como lo demuestra Lo que yo creo, obra publicada hace dos años y que Trotta ofrece traducida en 2011.
Aunque sólo sea por curiosidad, merece la pena acercarse al pensamiento de este católico que defiende su fe ilustrada ante un mundo occidental desacralizado y, también, ante posturas oficiales o no que considera criticables. El libro, como avisa, adquiere mayores densidad y altura conceptuales conforme avanza, pero resulta interesantísimo como introducción a las creeencias del suizo y a conceptos elementales de la teología católica y de la historia de las religiones. El diálogo entre fe y ciencia, el choque entre religión e ideología, la oración, el consumismo, el estimulante diálogo interreligioso, la pregunta por el sentido del sufrimiento humano, el amor al otro y en especial al débil como mensaje evangélico crucial y, en definitiva, el lugar de una fe no sólo teórica –sino sobre todo implicada en la resolución de los problemas globales de la actualdad– en una humanidad occidental racionalista e individualista son temas expuestos con sencillez y valentía.
"Yo me cuento entre esas personas a las que –merced a una relación en modo alguno exenta de problemas, pero sí intacta, con la madre, el padre y otras personas de referencia– les ha sido dada una firme confianza en la vida". Küng confiesa a renglón seguido que su existencia no ha estado exenta de problemas, pero que esa confianza resulta fundamental para afrontar la vida en todos sus planos. Así, casi al final del libro proclama: "En el trascendental cambio de paradigma que estamos viviendo y que afecta al mundo, a la política, a la economía y a las culturas, necesitamos con urgencia una 'visión' que intente atisbar el contorno de un mundo más pacífico, más justo, más humano". Küng sugiere algunos caminos, como la propuesta de la Fundación para la Ética Mundial, de la que es presidente desde 1995. Pero sobre todo, defiende la función beneficiosa para el ser humano de una fe ilustrada y reflexiva que devuelva el extraviado sentido de la trascendencia, y pone el dedo en la llaga de las encrucijadas que debemos afrontar todos, Humanidad entera, en este siglo XXI.