Dos poemas
Javier Úbeda Ibáñez
A TIENTAS
Me asomo a la ventana de madrugada,
a contemplar la vida, sólo a tientas,
para no despertarte.
El rocío espabila mis sentidos
y limpia mi vista
con sus diminutas
y mágicas gotas colocadas
por el nuevo día.
Escucho el canto de las aves
ante el amanecer.
¡Cuántos recuerdos me traen sus cantos!
Ese gorjeo alegre es vital en mi existencia.
Unas gaviotas se posan encima del agua.
De lejos parecen una ilusión óptica,
un festejo para la imaginación.
El paisaje del mar es infinito;
me pierdo en su horizonte anaranjado
que, lentamente, y a tientas,
da la bienvenida al sol
con sus imponentes olas.
Miro el horizonte,
y te miro a ti.
Tú eres, amor, mi mejor panorámica.
El refugio de mis penas y de mis alegrías.
La calma de mis días y de mis noches.
No tengo ni tendré nunca ni mares, ni soles,
ni amaneceres, ni trinos de pájaros
suficientes para expresarte todo
lo que te quiero y te deseo.
A tientas, me acerco hasta ti,
a tientas, te beso suavemente
en los labios, y tú te despiertas.
LUZ
Eres como una candela en la oscuridad,
una fuente en medio del desierto.
La luciérnaga de mis sentidos y
el aliento que germina en mis entrañas.
Tú, amigo mío, me eres tan necesario
como las sales al mar.
Incansable,
tendiéndome un camino,
una salida, una puerta, un bastón,
un sofá, un millón de promesas,
un silencio acogedor y un abrazo
que me resguarda del ruido
de la soledad y del vacío.
Tus palabras son caricias transitivas,
consejos de viento; amistad marinera,
que vuela y vuela, pegadita a mi vera.